Desahogo

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Leni alegremente estaba terminando de retocar las costuras del vestido de Liena que se dañó la última vez que fue a jugar con su tía Lily después de la escuela en el parque. Ya le había advertido que para esos juegos lo preferible era que usara pantalones, pero pocas veces la niña entendía, en especial cuando Lily le ayudaba a cubrir sus travesuras. Sonrió, pues más que molestarse, le alegraba ver que su hija fuese tan inquieta y alegre.

Tras terminar los últimos retoques se puso de pie y bajó a la sala a ver un poco de televisión. Sus padres estaban en el restaurante, por lo que aprovecharía el sábado para sí misma, mientras que su hija y Lily estaban en casa de unas amigas suyas y sus hermanas estaban en lo suyo. Al bajar a la sala se encontró con que alguien ya había llegado primero.

—Esto es aburrido.

Lynn pronunció sentada en una pelota de plástico que le recordó a uno de los puff's de Luna. Estaba imitando de forma brusca los ejercicios de yoga que miraba por televisión procurando que su mediano vientre no se moviese mucho.

—Si no te gusta, como que deberías de cambiarle entonces.

La castaña la miró disgustada.

—Lo que quiero es moverme, pero esta panza no me deja hacer mucho, además y aunque lo intentara, Lincoln se enojaría conmigo si descubre que hice "ejercicios de riesgo" como la doctora llamó a mi rutina habitual —suspiró con pesadez—. No lo entiendo. ¿Cómo es que pudiste tú sobrellevar esto cuando esperabas a Liena?

—Pues... en realidad no hacía tanto ejercicio y Liena nunca impidió que hiciera lo que me gustara.

La deportista lo entendió, pero a diferencia de Leni, ella no disfrutaba precisamente de cortar e hilar ropa, aunque si lo hiciera, no se sentiría tan frustrada por la falta de actividad. Comprendiendo su sentir, Leni tuvo una idea.

—¿No quieres que te enseñe a tejer? No es muy difícil.

—Paso. Eso suena todavía más aburrido. Bueno, sin ofender. Aburrido para mí.

—Pues... mira, yo tejía para Liena, pensando en lo que usaría una vez que naciera. ¿Por qué no haces algo que creas sirva para tu bebé?

Lynn sonrió.

—Ya lo hice. Sé que tendré que esperar un tiempo a que aprenda por lo menos a caminar, pero tengo ya programadas varias rutinas de ejercicio de bajo impacto que vi por internet muy buenas que pueden aumentarse gradualmente. En su mayoría son sólo estiramientos, pero le servirán a futuro cuando quiera ir a las olimpiadas.

Leni estaba sorprendida.

—¡Vaya! Tienes expectativas muy grandes para tu hijo.

—¿Es que tú no las tenías cuando estabas embarazada?

El semblante de Leni se ensombreció.

—Mi... mi única expectativa era y sigue siendo que Liena goce de mucha salud y sea una niña de bien, no como su... como... que sea como Lincoln.

El ameno momento se enturbió. Lynn comprendió lo que quiso decirle.

—Tu hija es una gran chica, Leni. Comprendo por qué estás tan orgullosa de ella. La verdad es que... tengo un poco de miedo que algo malo le esté ocurriendo a mi bebé.

—¿Miedo? ¿De qué?

Lynn se tentó en el vientre y esa incómoda sensación de temor e inseguridad que cada día prefería ignorar, pero que siempre estaba presente, regresó con cierta intensidad.

—Tengo miedo que no nazca... del todo sano.

—Pero tú eres muy saludable, por lo que tu bebé muy seguramente debería de serlo también.

Tan sólo sucedióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora