El faro

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Una hoguera nocturna se erigió cual daga
en el pecho del colosal tirano, que sangra
iracundo. El temporal a la voz que flagra
no aplaca, a ella encomiendan las barcas

una voluntad, ya antaño en el obnubilio,
que mueve las purpúreas olas del exilio
contra el miedo punzante, insensato filo
en las filas de Leviatán. Miradas en vilo

fulguran desafiantes al oscuro manto,
que susurra la mentira, el desencanto,
que alberga en sus abismos el espanto,
refleja diamantes ilusorios en el llanto

de brasas que nunca llegaron a arder.
Vencer antes de llegada la hambruna.
¡La luz del faro, entre las penumbras
del rebaño, no dará el brazo a torcer!

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