Quimera

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Dos pétalos de distintas rosas
volaron hacia la rivera;
los remolinos y pequeñas olas
los alejaban y ponían cerca,

eran voces de una fuga de piano
siguiéndose; la piel de terciopelo
ardía sobre el agua del anhelo
de permanecer juntas sus manos,

compartir el mismo sendero,
unidos en un lugar fortuito
que es todos los lugares;

sin embargo son pasajeros
los recuerdos, los andares:
arrastrados por la corriente
y permanentes los pesares,
se van por cauces distintos.

Los animales en la noche
apaciguan los frágiles ecos
de dos errantes etéreos.

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