Siete crucifixiones

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I

Un destino cruel espera, destacar nos da vergüenza
y es motivo de castigo; pregunta a Cristo en su cruz,
que “vive contigo y conmigo, nos ha mostrado la luz”...
sobran templos en su imagen. “Véndalo, no piensa”;

por amor a los hijos del poder se dice que murieron
los que quisieron cambiar el mundo, y los corderos
lo creen así. Mi crucifijo y mi fe son un homenaje
a la sumisión. Sobran mártires donde falta coraje.

II

Marianne sigue viva y agoniza en dos palos cruzados,
la endereza el dolor fraterno, la enaltecen sus iguales,
sus manos construyeron puentes y sus pies marcado
el sendero a recorrer, lejos de falsos reyes y corrales,

las Siete Cabezas y Siete Diademas sus pies y manos
exigieron de ofrenda, porque son la llave del abismo.
Divididas las aguas, el pueblo se traicionó a sí mismo,
cercenando a la mujer que el titán va a devorar, tirano.

III

¿Qué culpa tiene Lázaro de heredar nuestra miseria?
Nació entre gritos y maleficios, y no era el demonio,
la sangre de un odio no merecido quema sus arterias.
Muy joven salía a ganarse el pan, según testimonios

caminó calles mugrosas y se formó a trompadas,
descalzo. ¡Oh, Lázaro, mi pobre niño sin infancia!
Un jazmín fue lo único que te dió vida; su fragancia
perfuma tus galaxias. Dos monedas son tu mirada.

IV

Su propia espada le atraviesa la columna, odiada
por quienes entienden ya difusas las fronteras
entre lo bueno y lo malo. ¡Mira, mira qué eras!
Ante un espejo y sin venda Temis sangre lloraba.

Los negocios con la ley a su favor se coronan,
de ocio será el rey, el fervor de los cobardes.
¡Ciegos, el pueblo en sus manos se desmorona!
“Por favor...dime que no es demasiado tarde”.

V

Diana se volvió puta a los ojos de sus propios galgos,
en una noche de luna roja fue con opio adormecida.
A sus espaldas oía la respiración bestial, y las manos
ardientes castigar su piel, marcando tantas vidas;

amarrada a la estaca e indefensa le dieron caza,
sus senos rígidos al aire gélido, amoratados al tacto,
se tensan al llover sus lágrimas; sus muslos atados
están en cruz inversa. ¡Todos miran, todos pasan!

VI

Junta migas y es lujo, es invocación sin nombre
en las mesas inocentes del capricho, voz ausente
en las culpas de Victoria, que devora en frente
de su estómago vacuo, que ruge y duele insomne;

quiere mantenerse en pie, respirar; tiene sueños
que no podrá cumplir. Caminar, crecer, vivir...
se sostiene abrazando a su cruz y teme morir,
¿con qué rostro decirle que su vida tiene dueño?

VII

En el valle de las sombras rinden todos culto
a algún falso profeta jactancioso de bondad,
obran bien por miedo, y hoy no es novedad
que pongan un clavo en cabezas de Augusto;

el Hacedor es una flor que otrora marchitó,
y mi tristeza es honda, como la sepultura
en que yace la verdad. El séptimo es pintura
en que, uno al morir, todo un pueblo se mató.

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