Los ojos cerrados

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La brevedad de un ocaso ha sido extendida
detrás de los árboles, cerros, costas y mares,
delante de hombres y el peor de los males,
en medio de mí, ¿acaso he estado con vida?

El sueño sin paz que zozobra sin luz
nombra crispado su dueño: un lóbrego
anciano que vaga apretando su cruz,
¿cuerpo? Disfraz que sobra en mi juego

de susurros y salmos, miedosos y calmos,
una daga punzaba constante en el pecho,
unos galgos ladraban, instante al acecho,
hidalgos al vulgo dan piadosos descanso.

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