Misas y musas de turno

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Los niños sin cobre recogen a diario
las sobras de una etérea humanidad
en las sombras de un burdel, ¡mirad,
a mis pies repta un mundo ordinario!

Su fino silencio es un arma punzante.
Bajo luces ámbar de una callejuela
el trino agónico de la muerte vuela,
y llueve, ¿qué vamos hacer durante?

Las pisadas en el templo retumban
el alma del peregrino y los infantes,
contempla estatuas en la penumbra,
las misas son un instante del instante.

Y los perros esta noche comen carne,
y los hijos por la mañana tendrán pan,
¡gloria a Dios, que aplaca el hambre!
El misionero trasciende lo terrenal;

de rodillas, íntimo frente a la cábala,
el obnubilio se apodera de su cuerpo
a cambio de la revelación, “acábala”,
susurran los instintos en su pecho.

Un idilio sucede en volutas de humo.
Sentires caen cual gotas de alquitrán
sobre el asfalto, e impolutas al diván
van cuitas que no importan a ninguno.

NumenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora