Corazón

56 14 1
                                    

Mis venas son un laberinto de paredes negras.
¿Cómo llegas a ciegas hasta el único recinto
que alberga continuas canciones de cuna?
Ninguna es igual, enhebran rústicas velas
al galope de cebras; venal relicario de luna.

En el ojo están todas las puestas de sol
sucedidas hasta nuestros días; un mar
afónico pulula detrás de los míos. Amar
escojo yo, y un estro beodo en el albor
(herida rapsoda, vasta y de agónico brío)
desde la buhardilla se refleja dispar.

Disipar el miedo y la duda en el borde
de un precipicio; en mis dedos hay fuego.
Un instinto mastodonte vitorea en mi tórax,
cedo a la sombra de una barahúnda incordie
que corea el movimiento del mundo, cual ruego
perdura su eco en mis horas insomnes.

NumenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora