𝟎𝟑: 𝑬𝒏𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐 𝒎𝒊𝒔𝒕𝒆𝒓𝒊𝒐𝒔𝒐

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Aún era de mañana, pero los gritos del señor Keizo ya se dejaban oír por toda la casa.

Hakuji bostezó mientras se alborotaba el cabello húmedo con la mano, recién salía de ducharse. La ventana de su habitación estaba abierta, por lo que podía admirar los últimos tonos violetas de la madrugada fusionarse con el celeste rosado del amanecer. Hubiera sido una vista mucho más bonita si el señor Keizo hubiera dejado de hacer escándalo.

—¡Hakuji! —gritó el hombre desde las escaleras—. Cuando termines ven para acá, ¿me oyes?

El chico asintió. Apreciaba al señor Keizo, pero su voz gritona a tempranas horas del día no era la forma en que deseaba recibir la mañana.

—¡Ya voy! —vociferó desde su recámara. Se dirigió hasta su clóset, sacó el uniforme y se quedó contemplándolo en silencio. No tenía ganas de ir a estudiar. De nuevo bostezó.

Lo único bueno de todo esto había sido su sueño. En esta ocasión no había visto al rubio cejudo sino a Koyuki.

Hakuji fue al primer piso, abajo olía a humo, como si algo estuviese quemándose; se tapó la nariz juntando los dedos pulgar e índice en ésta, olía asqueroso. El señor Keizo se quejaba en voz alta mientras veía una hilera de panecillos ennegrecidos salir del horno.

—Ya vine —anunció el chico.

—Ajá... —el mayor tosía mientras tiraba el desayuno quemado a la basura.

Hakuji se dejó caer en el descansa brazos del sofá, rascándose la nuca.

—Me dijeron que irás a competir contra una escuela el viernes —el mayor se miraba emocionado.

—Ah, sí, creo que será después de mediodía...

—Genial, iré a verte pelear.

—¿Eh? —el chico se sintió sorprendido. Con todo el griterío pensó que iba a regañarlo—. ¿Por qué?

Keizo se puso las manos a la cadera, como si le hubieran preguntado la cosa más obvia del mundo.

—¡Para verte ganar! —el mayor chasqueó la lengua—. ¿Y qué pregunta es esa? Sabes que yo también practico artes marciales.

—Pero... —Akaza aún seguía confundido—. ¿No ibas a regañarme?

—¿Hm?, ¿por qué? —Keizo arqueó una ceja.

—Es que estabas gritando y no sé, parecía como si... —Hakuji decidió dejar el tema, no tenía caso—..., bueno ya, si quieres ir, les diré que te den un asiento adelante.

—¡Ese es mi muchacho! —el hombre se le acercó para darle un abrazo fugaz. Las peleas lo entusiasmaban muchísimo y para él, el chico se había vuelto tan cercano como un hijo—. Tal vez puedas practicar conmigo. Te enseñaré algunos golpes cuando regreses.

─── 𝐄𝐍 𝐌𝐈𝐒 𝐒𝐔𝐄𝐍̃𝐎𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora