Capítulo 4

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*Newt*

Ella, ella le acababa de volar la cabeza a un tipo con tan solo mirarlo.

Sus ojos de colores miel y verde por un instante se habían teñido de tonos rojizos y anaranjados, como un fuego rugiente ardiendo en la noche más oscura. Aeel se desplomó exhausta, estaba tan cubierta de sangre como yo, cuando a aquel hombre le explotó la cabeza un chorro de sangre lo regó todo.

-Corramos, no nos queda mucho tiempo hasta que llegue seguridad- dijo en cuanto llegué junto a ella- Puedo caminar, coge el mapa que tengo en el bolsillo y guíanos.

Pasé por encima de mis hombros el brazo de Aeel para ayudarle a sostenerse en pie; no paraba de quejarse y decir que podía sola, no era verdad, estaba realmente débil después de la hazaña de matar a aquel hombre- Espera, antes de que nos vayamos, revisa los bolsillos del muerto y si encuentras algo útil cógelo, no tenemos absolutamente ni un solo dólar- encontré las llaves de un coche que posiblemente se encontraba cerca de aquí y algunos dólares de su cartera.

Corrimos lo más rápido que pudimos por aquellos pasillos blancos manchándolos de rojo cuando Aeel ya no era capaz de correr tan rápido. Las sirenas de emergencia eran ensordecedoras y las luces rojas me desorientaban, casi no podía leer el mapa correctamente, pero con Aeel en este estado no podía equivocarme, no me podía permitir ese lujo.

-Queda ya muy poco para salir de aquí. Resiste, pronto estaremos lejos de este lugar, seremos libres- intenté animarla, quedaban solo un par de pasillos y giros, lo que no sabía era donde nos encontraríamos al salir- ¡Mierda!

En la última esquina, que giramos, unos hombres armados nos esperaban pacientes ante la puerta, el único lugar de huida del que dependíamos. Eran robustos, llevaban un uniforme azul marino adornado con un gran símbolo grisáceo, un ave con las alas extendidas acechando rodeada por una circunferencia negra que cruzaba sus alas y su cola y por último un círculo desigual rodeando el cuervo.

 Eran robustos, llevaban un uniforme azul marino adornado con un gran símbolo grisáceo, un ave con las alas extendidas acechando rodeada por una circunferencia negra que cruzaba sus alas y su cola y por último un círculo desigual rodeando el cuervo

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-Supongo que son a nosotros a quienes esperan con tantas ansias- adviertí avanzando lentamente hacia ellos- Menudo comité de bienvenida, debemos caerle muy bien al jefe.

-No de ni un paso más o dispararemos- todos los hombres levantaron las armas y me apuntaron sin un atisbo de piedad o remordimiento por el hecho de matarme- Aeel necesito que me dejes tu daga un minuto, luego la recuperaré para ti- susurre en su oído sonriendo, esta me miró indecisa más luego lo más discreta que pudo me la tendió por la espalda.

Di un paso si apartar la mirada, firme, del segurata que se encontraba en el centro, justo ante la salida. Era hora de probar si las horas perdidas viendo películas de acción habían sido de alguna utilidad. Levanté el arma por encima de mi cabeza, apunté al centro de su pecho y con todas mis fuerzas lancé la daga.

El señor cayó sobre las baldosas grisáceas del pasillo, sangrando, no le había dado en el pecho como planeaba pero había servido, ahora tenía un corte en la cabeza. La sangre caía en diferentes riachuelos llegando rápidamente hasta el suelo, un gran charco carmesí a su alrededor tapaba las baldosas. Fui corriendo para intentar placar o herir al siguiente hombre que se encontraba más próximo; este confundido, todavía absorto mirando al cuerpo ensangrentado no pudo reaccionar antes de que saltara sobre sus hombros. Considerando mi peso y el suyo no puede hacer más que que se desestabilizara ligeramente.

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