Una gigantesca sonrisa, se reflejó en los labios de la chica, al observar confusión en el rostro de su amado, ante su repentina acción, después de todo, no todos los días, tu nariz terminaba embarrada de un poco de helado de triple chocolate.
La castaña estaba a punto de pasarle una servilleta, cuando su amado contrataco, cubriéndole su nariz y mejilla, de un poco de helado de fresa, ocasionando el contrataque inmediato de parte de la chica de ascendencia coreana.
Las risas, y los pequeños jugueteos inundaron el pequeño departamento, donde se habían mudado, unos meses antes.
No era muy grande ni muy pequeño, pero era suyo, o al menos lo era, mientras pudieran pagarlo, con sus salarios de medio tiempo los fines de semana, después de una apurada semana en la universidad.
El helado definitivamente mancharía la alfombra, pero era lo de menos, cuando ambos se tiraron sobre ella, en búsqueda de profundizar el contacto íntimo.
El comprar otra alfombra, o el hecho de que no hubiera condones o pastillas del día después, seria un problema para sus yos del futuro, y en ese momento agradecían no ser ello, al menos por los siguientes cuatro meses o quizás un poco más.