Capitulo 3 "El hombre misterioso"

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SÁBADO

Recuerdo cuando llegue al orfanato. Sólo tenía 10 años. Era de la misma estatura que Lucas y la idea de vivir en este castillo me pareció intrigante desde afuera. ¿Quien diría que casi 5 años después la intriga jamás desapareció?.

No conozco ni la mitad de las habitaciones de el extenso edificio. Las monjas y la maestra Julia siempre se han encargado de mantener nuestra curiosidad al régimen y casi nula.

Ahora mientras comienzo a batir el puré de calabaza en mi plato miro la bordada servilleta blanca a mi derecha.

Recuerdo cuando tenía 12 años. A las chicas nos enseñaron a bordar nuestros nombres en los grises uniformes y objetos personales. Era lindo darle algo de color y propiedad a nuestras cosas, lo era. Hasta que descubrí que mientras nosotras nos pinchabamos con agujas desde mi ventana podía observar a los dichosos chicos jugar a la pelota en el patio. No envidiaba corretear tras la pelota ni transpirar como ellos, pero si a la libertad de escapar del edificio aunque sea por un pequeño rato, quería igual que ellos sentir la calidez del sol o la brisa en mi piel. Algo tan cotidiano y natural para los personajes de mis libros, pero para mi casi nulo y desconocido.

Frustrada abandonó la montañita que hice con el puré para beber mi baso de agua. Luego tomó la bandeja de metal y caminó hasta la larga mesada gris que separa a Jhonatan de mí.

— Buen provecho — me dice tomando mi bandeja.

— ¿Otra vez de lavaplatos?

— La cocina me ama.

— Querrás decir los platos — corrijo — Espero que queden relucientes esta vez — ordenó apuntando mi bandeja.

— A sus órdenes — dice mientras coloca su mano en su pecho realizando un caballeroso saludo de mayordomo y yo no puedo evitar sonreír. No hace falta que lo aclare. Jonathan es divino a mis ojos no importa lo que él haga.

Finalmente volteó para alejarme y entonces mi hombro es empujado bruscamente.

— Mira tu camino mitomaníaca — masculla Damián — Puedes perder más que un estúpido moño la próxima vez — amenaza.

— Tal vez Nahir la dejo más tonta de lo que era — se burla un moreno a un lado y cuando lo veo comprendo que es Thomas. ¿Qué hace él con alguien como Damián?

— Y fea también — agrega la pecosa Greta quien también acaba de dejar su bandeja sobre la mesada gris.

— ¿Más es posible? — pregunta Damián.

— Es un hecho entonces que jamás te mírate en un espejo — digo mientras escucho la risa de Jonathan apoyarme y me alejo de ellos a grandes zancadas.

Estoy caminando por los pasillos rumbo a mi cuarto sin ser consciente de que Damián estaba tras de mí hasta que sentí un fuerte empujón por detrás que me dejo caer al suelo.

— ¿No te interesa saber donde deje tu estúpido moño esta vez? — lo escucho preguntar.

— No. Ahora mismo solo me interesa saber cómo librarme de ver tu...

No logro terminar. Damián pasa a estar frente a mi y su pie comienza a pisar mi mano que aún está en el suelo y yo lanzo un chillido de dolor.

Nadie te escucharáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora