《Celeste o Verde, Celeste o Verde, Celeste o Verde》
— ¿Cuál dijo él? — me preguntó mirando a las tres pastillas sobre la palma de mi mano. Una Celeste una Verde y una Blanca.
— De tin marin de do pingüe...
— Al suelo las tres — dice Sofía empujándome en el baño y las pastillas caen sobre el lavado y en picada dentro el agujero de este — ¡No!. Por la Santa María. ¿Qué hiciste? — reclamó asustada — Estoy segura que blanca era para mis dolores de cabeza — regaño.
— Tu cabeza está bien... creo — alienta ella colocándose la blanca crema sobre su rostro y dándome un empujón para que me hiciera a un lado del espejo — Ve a la cama y antes de escapar ponte la bata. Hace frío.
— No iba a ir a ningún lado — explicó.
— Claro...
— Es verdad yo.... él nisiquiera me dijo su nombre y ¿Si la falta de las pastillas me están haciendo ver cosas?. Debería comentárselo a la madre superiora. Ni siquiera pude decírselo a Jhonatan... ¡Jhonatan! — exclamó cuabriendome el rostro de vergüenza — ¡Oh Dios! ¿Y si nos ve juntos en la noche?. Él podría pensar que yo...
— Buenas noches Jazmín y cierra la puerta cuando salgas por favor — pide Sofia apagando la luz y acostándose en su cama.
— Bue... Buenas noches — murmuró incrédula fijando mi vista al bulto en la cama de enfrente que se supone que es mi mejor amiga — Aunque Jhonatan es buen chico de seguro él toma sus pastillas cada noche — murmuró y cuando mi vista pasa a Sofía notó que ella apenas se mueve. Las pastillas hacen siempre un rápido efecto en ella y entonces yo miro al reloj de pared marcando las 10 pm.
《¿Qué voy a hacer?》
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— Aquí estoy — susurró llegando al pie del ventanal, él mismo de la noche anterior, pero aquel chico extraño no está allí como esperaba.
Lanzó un suspiro y miró por la ventana a la luna. Ella está en un hermoso cuarto creciente. 《Es como la uña de Dios》Pienso recordando que eso decía mamá.
De pronto mi ánimo baja tengo frío, mis pies descalzos están fríos y me siento al pie de la ventana abrazando mis piernas mientras miro las secas ramas de los árboles moverse por el suave viento otoñal. Los párpados de mis ojos están pesados, mi vista comienza arder y de pronto la oscuridad me atrapa.
《Ven al ático, te espero ahí... ven》
Despierto. Enderezó mi cabeza de golpe con un quejido de dolor.
— ¡Maldición!. Me he quedado dormida.
Me pongo de pie y comienzo a caminar no se como, pero estoy subiendo las escaleras rumbo al ático.
La puerta de este se encuentra abierta y me asomó, pero en la oscuridad no puedo ver nada más que pilas de cajas y ropa con forma humana. De pronto un viento recorre mi espalda y cuando volteó un saco negro se comienza a elevarse de entre la oscuridad.
Aterrada retrocedo de espaldas y caigo al suelo siendo amortiguada por una incómoda caja de cartón a la cual hago ánicos.
Entonces una risa familiar hace presencia en la oscura habitación y es cuándo logró ver esos azules ojos una vez más acompañados de una sonrisa. Rápidamente tomó lo primero que veo en el suelo y lo lanzó contra ella, pero lo esquiva dejando que caiga en algún oscuro lugar de la habitación.
— Te asuste — afirma — ¡Oh! ¿No sabias que si cuentas historias y te burlas de los fantasmas tarde o temprano ellos tomaran venganza? — empieza y yo vuelvo a lanzar mi segundo ataque una especie de bola de cordel — ¿Ouch? — se burla él cuando esta golpea contra su cabeza y rebota cayendo al oscuro suelo.
— Oh discúlpame. Solo quería cerciorarme que no fueras un fantasma real — refutó igual que él lo hizo la noche anterior — Tremenda decepción — terminó lanzando otro objeto una especie de vaso o lapicero de plástico mientras él comienza a reír cubriendo su rostro.
— Ayer solo estaba jugando...
— Bueno. Yo también estoy jugando ahora — explicó buscando algo más y solo encontrando un cubo rubik, se lo lanzó sin siquiera verlo bien ni esperar darle, pero entonces escuchó el sonido hueco.
— ¡Ah!. Para... ese si dolió — explica sobándose la frente y extendiendome su mano libre.
— Te lo mereces — explicó poniéndome seria y de brazos cruzados.
— Por lo visto en el comedor y ahora; eres una enana de pocas pulgas — da su veredicto
— Damian también se lo merecía — me explicó.
— Y yo no dije lo contrario — aclara rápidamente levantando las manos en señal de absoluta rendición y tregua sin apartar sus ojos de mi.
— ¿Qué? — preguntó incómoda por su fija mirada.
— Nada. Solo reviso que no te quedará alguna lenteja por ahí — dice y da un paso hacia atrás aun temiendo mi represalias. Contrario a eso yo comienzo a reír tranquila y a observar el oscuro lugar en el que estamos.
— Y... ¿Qué hacemos aquí?
— Yo solo estaba investigando algo, pero creo que empezare a reciclar un poco de ropa — dice colocando sobre su cabeza un sombrero negro como la galera de un mago y meneando un saco de pana marrón como una larga capa sobre sus hombros, pero en el transcurso esta levanta una leve cortina de polvo en el lugar que me hace toser — Shhh — silencia — No todos toman las pastillas — susurra y me mira de arriba a abajo deteniéndose en mis pies descalzos — Umm. Si te fijas en esa hay un par de medias — dice apuntando una caja en la esquina.
Me dirijo a la caja y tomo un par de medias blancas para ponérmelas, pero entonces algo perturbador captura mi atención.
— Está ropa es... — mi voz desaparece mis manos dejan caer las medias y todo aquel recuerdo de esa noche regresa a mi como una ola que me tapa por completo y arrastra con potencia. Me desespero en ella asustada, aterrada.
— ¿Qué pasa? ¿Qué ves? — pregunta él acercándose y mirando al interior de la caja como si yo hubiera visto algo aterrador allí dentro.
— Ella... Na.. 《Nahir》pienso recordando sus gritos.
— ¿Quien?
《Su ropa, es su ropa》pienso y caigo sentada de cola sobre el frío suelo temblando. Los azules ojos del pelinegro bajan hasta mi y su dueño me cubre con su saco marrón que apesta a polvo.
— Estás temblando — advierte
Entonces unos pasos se comienzan a escuchar y las luces de las linternas llegan lentamente hasta nuestro escondite. El pelinegro me arrastra con facilidad hasta una pila de cajas que nos esconden por completo. Lo miro asustada, sus ojos clavándose en mí suplicando que guardé silencio.
— ¡Oh Di... — soy silenciada por su mano sobre mi boca mientras escucho el chillido de la puerta abrirse.
Los pasos se acercan aún más y yo cierro los ojos.
《Nos descubrieron》
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Nadie te escuchará
Short Story¿Qué pasa cuando cuentas muchas historias sobre el lobo y un día aparece? Jazmín es una adolescente con una gran imaginación a la que le gusta contar e inventar muchas historias a sus amigos y compañeros, pero en una noche de insomnio conocio a un...