15 ๑ vanilla cappuccino

2.5K 456 122
                                    

Los dioses no conocían la piedad, de eso Kiyoomi podía estar seguro. No les bastó con dejar a Tsumu dando vueltas en su cabeza por tanto tiempo, sino que necesitaron regresarlo a su vida para seguir torturándolo. ¿Qué tan cruel debió ser en su vida pasada para estar pagando de esa manera en el presente? ¿Es que vivió como Hitler o algo? 

Sin poder evitarlo, suspiró profundamente cuando el rubio ingresó a la tienda. Se levantó de la barra frente a Motoya y esperó a que Tsumu tomara asiento para situarse cerca suyo y esperar —con el lápiz listo para escribir sobre el papel— a que hablara. 

—¡Omi-kun! ¿Me extrañaste, verdad? —Oh, había pasado poco más de una semana, pero Kiyoomi estaba seguro de que ya casi había olvidado su voz. Su felicidad fue efímera y la voz del chico mil veces peor de lo que recordaba—. Estoy seguro de que ya me conocen aquí, me he vuelto un cliente fiel. Seguramente me extrañaste, ¿no? ¿No?

Los dientes del mesero hicieron un ruido sordo al chocar entre ellos y rechinar en una mueca temblorosa. La tinta del lápiz podría salirse en cualquier momento por la fuerza con la cual lo sostenía, si es que antes no se lo clavaba en un hombro al cliente. 

—¿Qué se te ofrece? —preguntó a regañadientes. Estaba seguro de haber escuchado una carcajada de Motoya desde la barra a metros de distancia. Si no acababa con Tsumu ese día, él tomaría su lugar.

—Ah, el cappuccino que compré la última vez estaba realmente bueno, pero no lo disfruté en realidad, estaba algo frustrado. 

Sakusa parpadeó sobre su expresión indiferente. Estaba por comenzar.

—Te traeré uno de esos entonces —anunció. Hizo el ademán de marcharse, sin embargo, el contrario fue más veloz en seguir hablando. 

—Ah, no estoy seguro. El menú tiene tanto que ofrecer y yo tantas ganas de probarlo todo —dijo con un tono de voz que sacó más de quicio a Kiyoomi. Oh, diablos, se notaba que el maldito disfrutaba de retenerlo ahí y verlo esforzarse por no patearlo hasta la salida—. Quizá algo más dulce hoy. La derrota es amarga y esa vez el cappuccino regular no ayudó a endulzar el mal sabor. 

Por un microsegundo, Kiyoomi estuvo por alcanzar un azucarero del mostrador y lanzárselo en la cara para que obtuviera el azúcar del que tanto hablaba. Realmente no estaba de ánimos para escuchar una de sus historias de abandono que no tenían ningún contexto. 

—¿Sabes? Tuve un partido amistoso hace unos días después de una larga temporada de espera. Estaba tan molesto porque perdimos que vine por un café, pero en el camino vi a mi hermano haciendo... cosas. ¡No pude soportarlo! Me molesté mucho más.

—¿Un partido? —murmuró Kiyoomi sin notarlo, ignorando otra vez la mitad de lo que el contrario dijo.

—Sí, de voleibol —afirmó Tsumu, tomándolo desprevenido—. ¿Sabes al respecto? 

Todos los movimientos frenéticos que Kiyoomi estuvo realizando hasta ese momento, se detuvieron; su respiración se relajó y el lápiz dejó de golpetear la libreta. 

Voleibol, sí, sabía mucho sobre eso. 

—¿Omi-kun? —llamó Tsumu. Debió perderse un par de decenas de segundos porque el chico sacudía su mano frente a él para espabilarlo. 

—Vainilla —dijo. Sacudió la cabeza y escribió algo en el papel. 

—¿Qué?

—Te traeré un cappuccino de vainilla. Es más dulce que el normal.

Sin esperar una respuesta, Sakusa se retiró, dejando atrás a un confundido chico de cabello rubio que no entendía qué dijo para cortar tan rápido la conversación.

ONLY IN 夢 SAKUATSUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora