Capítulo 1. Una mañana diferente

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—... los dioses pelearon. Tenían que detenerlo, no podían dejar que se saliera con la suya, así que no les importó destruir todo a su paso...

—¡Athena! —El grito de mi madre en el pasillo interrumpió a mi abuela y a la sonrisa en mi rostro— ¡Ven para acá!

Mostré una mueca y dejé la taza que sostenía en la mesita frente a mí. Sabía exactamente por qué me estaba hablando.

—¡Ya voy, madre! —contesté, borré el gesto desagradable de mi rostro y me volví—. Bueno, abuela —suspiré exageradamente—, ya escuchaste. ¡El deber me llama!

—Sí, mi niña, no te preocupes —respondió con su característica voz llena de paz—. Tú encárgate de tus obligaciones.

Tomé sus manos con entusiasmo.

—Luego me terminas de contar la historia.

—Claro que sí —sonrió—. Anda, hazle caso a tu madre, porque los dioses siempre te ven.

Asentí y me dirigí hacia mi llamado. 

Ya había escuchado la historia de la abuela cientos de veces y estaba dispuesta a escucharla cien veces más, aunque...

—¡Athena! ¡Es importante!

Su grito evaporó mis pensamientos.

—¡Un momento! —respondí.

Corrí para encontrarme con mi progenitora y me paré en seco cuando la alcancé.

—¿Qué pasó, madre?

Ella espiró con cansancio.

—Te lo repetí toda la semana, y a pesar de eso, parece que no te acordaste —dijo, negando con la cabeza—. Debemos escoger la tela para tu vestido y el sol ya está avanzando. —Señaló el cielo, este claramente afectado por el camino del sol—. Y además, todavía faltan algunos preparativos para la fiesta —añadió y su expresión cambió con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Aún no me lo creo! ¡Mi niña cumplirá diecisiete años!

Aquea. Los reinos zodiacales IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora