Capítulo 7. Miedo y confusión

194 34 9
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los rayos del sol quemaban mi piel y se abrían paso entre las sábanas de mi cama

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




Los rayos del sol quemaban mi piel y se abrían paso entre las sábanas de mi cama. Había intentado volver a dormir después de ver el amanecer, pero no lo logré.

Tras un momento, escuché que unos pasos se hicieron más ruidosos conforme se aproximaban a mi habitación.

«Deben de ser mis damas», me aseguré al reconocer el sonido que provocan las zapatillas en la loseta del pasillo.

—¿Princesa Athena? —la voz de Kira se escuchó afuera de la habitación—. ¿Podemos pasar? —hizo una pausa, esperando a que contestara—. ¿Está despierta?

—¡Adelante! —exclamé.

La puerta se abrió y me permitió ver el cabello rubio de Kira y el cabello negro de Elena.

—Buenos días, princesa Athena —dijo Kira al entrar en la habitación con una bandeja de plata.

—Buenos días, alteza. —Elena hizo una ligera reverencia.

Les regresé el saludo con una sonrisa y me levanté de la cama.

—Princesa —comenzó Kira—, como ayer no llegaba a su habitación, su madre nos pidió que nos retiráramos para descansar. —Ella abrió las cortinas y luego me miró para añadir—: Se debió de haber asustado al no encontrarnos.

—No, no se preocupen. Yo también sé quitarme un vestido y arreglarme para dormir —aclaré y miré hacia el balcón—. Aunque... tuve un sueño muy extraño.

—¿Un sueño? —repitió Elena—. ¿De qué trataba, su alteza?

Mi mirada se perdió en el horizonte al recordarlo. Negué con la cabeza y me volví hacia Elena.

—Eso ya no importa, solo ha sido un sueño.





Después de un baño cálido, mis damas me ayudaron a arreglarme. Lucía un hermoso vestido hecho de una tela metálica y delgada color azul cerúleo que brillaba con destellos turquesas; este tenía un hombro descubierto y se precipitaba elegantemente hasta cubrir mis pies. Un brazalete dorado recorriendo cada brazo y una cinta de oro alrededor de mi cintura complementaban mi atuendo.

Aquea. Los reinos zodiacales IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora