Me giro, intrigada, y casi no reconozco al chico que me sonríe y alza una copa al otro lado de la barra. Esta vez, en vez de ir engominado y llevar un arreglado smoking, se había soltado la melena, pintado de negro la línea de agua del ojo y puesto una camiseta blanca de tirantes que hacía de todo menos tapar sus sus tensos músculos.
El guapo de Cesar Aldrich, alumno rival de Saint Brigitte, le dio un trago a su copa y se acercó hasta mí. Tragué saliva instintivamente, nerviosa.
-¿Problemas en el paraíso?
Casi no lo reconozco. Esta vez, en vez de ir engominado y llevar un arreglado smoking, se había soltado la melena y llevaba una camiseta de tirantes que le marcaban los pectorales.
-Qué te voy a contar que no sepas ya- resoplé y agarré la copa. La hice girar mientras miraba el líquido marrón de su interior.
-¿Por qué tendría que saberlo?
-La última vez te sabías nombre. Hiciste como que no me conocías, pero sabías perfectamente quién era yo.
-Bueno, me declaro culpable- soltó una carcajada y apoyó el costado en la barra-. ¿Hoy no te acompaña?
Me encogí de hombros. Aquella noche me apoyé en Jota para que me dejara en paz, pero ahora que estaba aburrida y un poco triste ya me daba bastante igual. Prefería la compañía de ese desconocido a estar sola.
-Está muy ocupado con sus cosas.
-Vaya, haré como que me da pena- bromeó, y yo me reí un poco.
-¿Por qué has venido?
Le miré a los ojos, verdes y profundos, tratando de descubrir si tenía intenciones ocultas. Ya no me fiaba de nada ni de nadie.
-Me ha sorprendido verte aquí, sola y sin tomar nada.
-Ya, bueno, digamos que este ambiente no encaja conmigo.
-Entonces, ¿por qué te uniste a la banda?
-Ya sabes, el amor- sonreí forzadamente- y el estúpido pensamiento de que la gente sería guay. O, al menos, no estúpida.
-Ay, cariño- alzó la mano al pecho, como si estuviera enternecido por mi inocencia-, allá donde vayas la gente siempre es una decepción.
Abrí la boca pero la volví a cerrar, sorprendida de encontrar una contundente verdad saliendo por sus labios. Suspiré y asentí en silencio.
-¿Qué es esto?- agarré la copa, tratando de cambiar de tema de conversación.
-Nougat de Baileys y chocolate. Seguro que te gusta.
Le di un trago, e instantáneamente me sentí embriagada por el dulce sabor.
-Wow, está cojonudo.
Él sonrió, satisfecho.
-Me alegra haber acertado.
Le di otro trago, y eché una rápida mirada a la sala. Vislumbré a Nerea y Jamie entre la multitud, y supuse que el Yanet no andaría lejos. De todos modos, tampoco podía ir a buscarla; al igual que yo, había ido allí por trabajo. Aunque de momento nadie me estuviera mandando ningún encargo.
-Y, bueno, ¿qué me cuentas, señor Aldrich? ¿Cómo acogiste la ducha del otro día?- rememoré el momento en el que le vertí mi cerveza por encima. Él se rió, incrédulo de que estuviera sacándole eso como tema de conversación.
-Ah, estupendamente. Sí. Ducharse una vez al año no hace daño- asintió falsamente, y yo solté una carcajada.
-Te lo tenías bien merecido.
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Internados: Desvelando los secretos
Romance| Segunda parte de la saga "Internados" | Contra todo pronóstico, Elenna Leiva ha conseguido superar con éxito su primer semestre en el Internado Rowhamsphire rompiendo todas y cada una de las normas. Se ha metido en incontables líos con sus nuevas...