El sonido de una puerta al abrirse interrumpió nuestra atención. Nos giramos rápidamente
–¡Aleluya!– gritó Dylan levantando el brazo.
–Pero, ¡¿no os habíais ido?!– elevó la voz Yanet en un tono agudo. Frunció las cejas, creando una sombra amenazadora en su mirada, y se le dilataron las aletas de la nariz. Oh, oh. Alguien no estaba nada contenta.
Barbie y Ricardo hicieron una salida triunfal del baño. La chica soltó una risa tonta y giró la mano en el aire, como si fuera un niño que acababa de hacer alguna faena graciosa. Yanet apretó la mandíbula, se crujió un par de dedos de la mano izquierda y se sacó un cigarro. Pocas veces se enfadaba y se callaba de ese modo. Temía por la vida de Barbie.
–Ya hablaremos mañana– musitó más para sí que para su prima, y aspiró una larga calada.
Delila se aclaró la garganta para quitarle hierro al momento.
–Ha sido la quinta pregunta. Ahora toca purgatorio.
Minerva volvió a su sitio. Miré a Jota de reojo, él articuló con los labios un silencioso "lo siento" y me quiso coger de la mano, pero me aparté y me levanté para servirme otro cubata. Si no me alejaba, le reventaría la cara ahí en medio.
Todos tenían la mirada puesta en mí, y mi cuerpo no hacía más que subir de temperatura. Un nerviosismo se extendía en mi interior y podía notar las mejillas encendidas. ¿Por qué había permitido que ocurriera eso? Todo el mundo me estaba mirando, lo sabía. Evitaba prestarles atención, pero notaba cómo sus miradas se clavaban en mí.
Al coger la botella de alcohol me temblaba la mano exageradamente, se me derramó algo de líquido sobre la mesa. Mierda. Sentía que podía o darle una paliza a alguien o romperme a llorar de la vergüenza.
Fui a alcanzar las servilletas de la esquina para limpiar lo que había ensuciado, y me paré en seco. Dos finas líneas blancas descansaban al lado de un turulo. Se me aceleró el pulso. Algo me oprimía el pecho.
–Yo nunca he intentado robarle el novio a nadie.
Me giré hacia el grupo y me apoyé con la cadera sobre la mesa, sin unirme de nuevo al círculo. La tentación rondaba por mi cabeza.
Los ojos de Delila se clavaron en Minerva. Algunos bebieron, pero ella no apartó la mirada de la chica. Se hizo el silencio y ella continuó mirándola. Minerva no se molestaba en devolvérsela, intentaba mostrar que le venía sin cuidado.
Giró la botella y le volvió a tocar a Minerva.
–Confesión– tragó saliva.
–¿Con quienes de los aquí presentes te has liado?
Sus grandes ojos oscuros le sostienen la mirada a Yanet por unos eternos segundos. Sin parpadear se quita el top, quedando en un pequeño sujetador de topos gris.
Un murmullo curioso se extiende por la sala y a mí se me acelera el corazón. No puedo evitar ponerme en lo peor. ¿Por qué no ha decidido contestar? ¿Con quién se ha liado que no quiere que nadie se entere...?
–Elenna...–la grave voz de Jota me acaricia desde mi costado. Se había levantado nada más la última pregunta, y se había apoyado a mi lado–. ¿Estás bien?
Evidentemente no, gilipollas.
Ante la ausencia de respuesta, él insiste:
–Venga, vámonos. No me encuentro muy bien. Pasemos la noche juntos.
Delila vuelve a girar la botella. Sale Minerva.
–¿Por qué motivo te fuiste del internado?
–A mí no me la cuelas. Estás trucando la botella– espetó cruzándose de brazos, y un ligero abucheo se extendió por la habitación.
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Internados: Desvelando los secretos
Romance| Segunda parte de la saga "Internados" | Contra todo pronóstico, Elenna Leiva ha conseguido superar con éxito su primer semestre en el Internado Rowhamsphire rompiendo todas y cada una de las normas. Se ha metido en incontables líos con sus nuevas...