Cuento 25

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Ignacio tocó dos veces la puerta antes de oír un respuesta. "Adelante" llamó una voz ronca desde dentro. La poca luz que se colaba por la ventana y la gruesa cortina de humo daba un aspecto siniestro a la oficina de la administración.

-Buenas tardes, jefe.

-Buenas -responde el hombre sin hacer contacto visual, concentrado en encender su enésimo cigarrillo.

-Traje la recaudación de ayer -Ignacio sacudió ligeramente la bolsa que traía, el ruido de las monedas sonó como decenas de cascabeles.

-La señora Norma está para eso -el hilo de humo que expiró fue directamente al rostro del chofer.

-Usted le dio el día libre, jefe. Ella vuelve mañana.

El hombre alzó las cejas sorprendido por haberlo olvidado.

-Tienes razón -aspiró nuevamente de su cigarrillo-. Deja la bolsa en mi escritorio. ¿La tabla?

Ignacio entregó la hoja con el detalle de los números de serie de los boletos de inicio y término de jornada. El hombre comenzó a anotar los números.

-Permiso, me retiro.

-Quédate -respondió el jefe-. ¿Acaso tiene otra cosa qué hacer?

-Ya terminó mi horario.

-¿Y tú crees que a mí no me gustaría irme también? Pero me quedo acá porque es mi trabajo como dueño de la empresa. Claro, qué vas a saber tú, si eres un mono conductor. Dime... Ignacio, ¿cierto?, ¿nunca has querido hacer algo más? No sé, estudiar, comprarte un terreno en el campo y tener gente que trabaje la tierra  o algo así. ¿No crees que tu cabecita daba para algo más?

Ignacio pensó en su papá ajusticiado a balazos en la calle, en los cinco años que quedan para que su hermano salga de la cárcel y en que el último boleto que cortó hoy, el 19.577, es número primo y si lo inviertes, el 77.591 también lo es.

-No, jefe -respondió-. Esas cosas no son para mí.

365 Cuentos Cortos De BusesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora