Cuento 21

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Es una tarde de invierno, ya anocheció y no hay nubes ni luna, solo el cielo estrellado, tan grande, tan infinito. Me siento pequeño, pero no insignificante. Veo tantos puntos brillantes, quizás cada uno con un nombre que no conozco y no conoceré. "¿Qué somos?, ¿a dónde vamos?, ¿qué hay más allá?" me pregunto sin saber si quiero las respuestas. Mi mente apuesta más aún y me pregunto si allá en otro planeta existirá la vida, si existirá algún chófer de otro planeta viendo el cielo a la espera de ser remolcado como yo.

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