Cuento 28

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No había cruzado la puerta y mi esposa ya sabía que algo había pasado. Me acerqué a ella y tomé de sus manos. La miré a los ojos y traté de decir algo, pero no pude. Sentía como las lágrimas corrían por mi rostro y se perdían en mi barba.

-Mi amor, ¿qué pasó? -me preguntó con ojos vidriosos.

-Nora, hoy lo vi.

-¿Qué?, ¿a quién?

-A Mateo.

Mi señora soltó mis manos y me abrazó fuerte. Estreché mi cabeza sobre la de ella y liberé todo el llanto que tenía dentro. Lloré. Lloré con dolor, lloré sin consuelo, hasta que el mismo llanto me calmó. Nos quedamos ahí, abrazados en silencio por varios minutos, hasta que ella desapegó su cabeza y me miró a los ojos.

-Cuéntame cómo fue.

Entramos a nuestra casa y nos sentamos a la mesa. Extendí mis manos sobre el mantel y ella las recibió, entrecruzamos los dedos y comencé a hablar.

-Volvía de Avenida Montenegro, pasado el mercado cuando subió. Fue como el tercero o cuarto de un grupo de jóvenes que después dejé en la universidad. Cuando lo vi, supe eso que tú decías, le cobré el pasaje y lo miraba de vez en cuando por el retrovisor.

-¿Cómo se veía? -me preguntó sin dejar de acariciar mis manos.

-Grande, yo creo que tan alto como tu hermano. Usaba ese tipo de chaqueta que me gustaba usar a mi cuando trabajaba en la carnicería, ¿te acuerdas?

Ella asintió.

-Usaba el pelo desarreglado, creo que le llegaba hasta el hombro y tenía algunos mechones azules.

-¿Azules?

-Sí, debe ser una nueva moda o algo así.

-Azules... -repitió y esbozo una risita, luego una mueca de tristeza.

-¿Y se veía feliz?

-Sí -le respondí.

Esta vez yo le acariciaba las manos.

-Se veía muy feliz -continué-. No le escuché hablar pero se reía mucho, se le formaban margaritas en la cara. De seguro era el joven más feliz del mundo.

Nora derramó un par de lágrimas. Me levanté y la abracé por la espalda.

-Se veía feliz -me dijo y luego besó mis manos-. Gracias.

Ya más tarde, caminé hacia el dormitorio. Las fotos de Mateo colgaban por el pasillo: Fotos de sus primeros cumpleaños, fotos de su primer día de clases y de algunas vacaciones, fotos de cuando cayó enfermo, de cuando perdió su pelo y de cuando no volvió a levantarse. Y por un momento pensé en todas esas fotos que nunca le pude tomar, en todo eso que no pudimos compartir; pero hoy le vi, de una u otra forma hoy le vi.

No soy un hombre religioso, pero si existe un dios, le doy las gracias.

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