Cuento 24

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Hay cosas que hago por necesidad y hay cosas que hago porque me gustan. Soy chófer por necesidad y enchulo mi máquina porque me gusta. Aunque de haber sabido que el alcaldesa prohibiría modificar las bocinas de los buses, no hubiese ido la semana pasada a agregar una segunda bocina con "La Cucaracha".

Mientras manejo pienso en cómo solicitar la devolución del dinero, no sé si hay alguna garantía que me sirva, más que mal, fue gracias a mi insistencia que el mecánico tuvo que importar la bocina. Debería haber ahorrado ese dinero para mis vacaciones.

Abro la puerta y sube un pasajero, lo noto nervioso y agitado, pero no peligroso. Paga su pasaje y se sienta cerca mío. El era único pasajero que llevaba a esa hora.

Un celular comienza a sonar, claramente no es mío porque no tengo. El pasajero mira hacia afuera ignorando el sonido hasta que deja de sonar.

Pienso en quizás venderle la bocina a mi sobrino del norte, a él le gusta esas cosas. Tendría que llamarlo más tarde, cuándo llegué a mi casa.

El celular nuevamente vuelve a sonar, entre el silencio mío, del pasajero y de la radio apagada es lo único que se escucha. Veo por el retrovisor al hombre que duda en tomar o no el teléfono.

Finalmente contesta.

-¿Aló, Sandra? Sí, sí, mi amor. Claro que estoy en la oficina. Estaba ocupados por eso no podía contestar. Es que estaba lejos del celular.

Me detengo por la luz roja y veo como el pasajero está cada vez más de ese color.

-¿Cuál Sandra?, ¿Quién te dijo eso? Ah, claro, la loca de tu hermana viene con cuentos y tú le crees. Pero yo soy tu marido y me debes respeto. ¡Par de locas, eso son! Te digo que estoy en la oficina, trabajando para que tú tengas tus cosas. ¡En la oficina!, ¡en la ofi-

Mantengo mi dedo presionado y la melodia de La Cucaracha comienza a sonar. Quizás no vuelva a tocarla en el futuro, pero valió cada peso.

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