Cuento 11

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Recuerdo que cuando mi papá tenía el día libre me llevaba a jugar al parque. Una vez, cuando tenía como cuatro o cinco años, vi pasar a un bus distinto al resto, sus vidrios estaban pintados con letras blancas. Como no sabía leer, le pregunté qué decían. Él ya era chofer de bus para esa fecha. Me dijo que cuando un conductor moría, sus compañeros escribían mensajes para recordarlo.

-¿Y cómo lo quitan?

-Con agua -me respondió-. Es tiza molida.

-...¿Y qué pasa si llueve?

No recuerdo que me haya respondido algo, solo que se puso a reir. Yo también terminé riendo sin saber de qué. Su risa me daba risa.

Han pasado varias décadas desde eso y ahora el turno fue para él. El féretro se esconde bajo tierra y no puedo evitar las lágrimas. Como si el cielo tuviese sentimientos comienza a llover y pienso en los buses que deben estar recorriendo la ciudad con sus mensajes de tiza. Esbozo una sonrisa y miro al cielo.

Dondequiera que él esté se debe estar riendo.

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