22 | Un alma inocente

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Fue en un día de calma en el que Perséfone pudo haber sido encontrada.
Todo el plan de Hades pudo haberse caído a pedazos de no ser porque supo actuar con tiempo al saber de la inesperada visita de un ente de la superficie al Inframundo.

Hermes estaba en la tierra de los muertos.

Hades era un maestro en tener una cara inexpresiva en momentos inconvenientes, como un don que sería bien recibido y jugado a su favor.
Claro que no pasó por alto su llegada como si fuese algún otro dios ingresando a su reino como Morfeo o las Keres, en realidad, podría significar la declaración de una guerra inminente en su contra y él, abriéndole las puertas como invitado. Fue un intenso debate en su mente sobre ir a su encuentro o no acudir por indisposición, si bien sabía que el Inframundo aún necesitaba mantenerse bajo su control total, si explicaba esa razón creería que estaba mintiendo, creando conflicto y una posible sospecha de sus actos.

Atado de manos, decidió ir a Hermes.

No esperó a que alguien continuase con sus deberes mientras atendía la llegada de su sobrino, perder su tiempo en formalidades innecesarias con su trabajo daría la oportunidad del dios alado divagando por las tierras del Inframundo al igual que por las salas de su castillo hasta encontrarse con Perséfone y conocer su paradero.

Sería imposible dejar eso suceder.
Si bien sabía que más temprano había asistido con el sastre real, ahora yacía en la sala de baño en una tina de agua completamente para ella. Para su Kore. La reina del Inframundo.

Ah, bueno, había que afianzar esos títulos de la realeza, ahora Hades tenía un dios del cual encargarse.
Vistió en segundos su traje más formal como su capa más oscura antes de chasquear los dedos y dejarse absorber por una ola de oscuridad siendo transportado hasta encontrarse con Hermes en la entrada del río Aqueronte junto a Cerbero.

Su presencia se hizo material al exterior de su castillo justo donde había pensado. Todo habría ido con más rapidez a excepción de esa sensación de nada. De la oscuridad adueñándose de su voluntad otra vez.
Hubo instantes como ese días previos a los que había vuelto a su cuerpo en los que volvía a sentirse difuso, a punto de volver a desvanecer. Hacía todo lo posible por no perder el control de si mismo pensando en el simple resultado de todo el Inframundo colapsando en caos y destrucción a pesar de haber tenido suerte la primera vez de su ausencia, sin embargo, su reino no aguantaría con un segundo desvanecimiento de su rey. Era una razón grande por la cual mantenerse centrado, pero no había sido la primordial ya que la primera se trataría de una que había hecho algo tan inimaginable como dar su alma a voluntad propia para mantener el Inframundo en pie.
Era inimaginable siquiera considerado pedir enganchar su alma de forma tan profunda al Inframundo con tal de salvar almas, de ser su guía.

De ser reina.

Dioses, no creía que la bondad que yacía en su corazón fuera tan grande para llevarla a asumir una responsabilidad que no le correspondía, creía fielmente que había otra razón tan desconocida por la cual hizo lo que hizo. El entrecejo fruncido de Hades se hizo más profundo tras no llegar a ningún lado con sus pensamientos sobre Perséfone. Debía concentrarse.
Hades volvió en si al ver a su ejército de esqueletos armados llegar a él como escolta real. Bien.

La expresión de Hermes pasó de incómoda a incuestionablemente incómoda al verlo entrar con toda la guardia de guerreros esqueletos.
Torció la espalda a la vez que se arrodillaba para hacer una reverencia completa.

—Señor Hades —saludó.

—Hermes —saludó frío intentado no delatar su nervio interior. Las pocas ocasiones que Hermes había ido siempre había sido recibido en la sala de tronos del castillo. Esta ve fue la excepción ya que le hizo esperar junto a orilla del río junto a Aqueronte y su guardián. Sabía bien que no cuestionaría por sus decisiones, pero estaba dispuesto a ese cambio de locación con tal de no dar la posibilidad de un error a que la encontrara—, es extraño que estés de vuelta en el Inframundo, ¿a qué se debe tu presencia?

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