19 | Silencio indefinido

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Era de admitir que estaba aliviada tras la muerte de Campe aunque hubiese sido una decapitación de los más abrupta y atroz, sentía lástima por lo que fue de ella y esa rabiosa como descontrolado sentido a devorar almas, como este tomó posesión de ella hasta llevarla a su muerte en su búsqueda desesperada a saciar su sed de sangre.
Pareciese que el destino era cruel, tajante e impredecible, porque al final de toda esa intensa situación se concluía al cuello de Perséfone o de esa bestia. Una muerte inevitable.

No todos merecen redención.

Sólo quedaba ala cabeza de Campe, su cuerpo ya se había consumido a cenizas como lo que quedaba de la existencia de Marie. Guió los ojos hacia su protector con la sensación de no poder mencionar palabra alguna a pesar de estarle profundamente agradecida, le había salvado la vida. Estaría en deuda con ese ente aunque no se lamentaba por ello.

Fue un breve lapso de segundos en los que "conectaron" miradas antes de ver a la sombra desplomarse sin control alguno. Había sido una inmensa suma de poder maniobrado a precisión para matar a un legendario y bestial ser Campe. La consciencia de la sombra no dijo nada, sólo pensó por último en que la reintegración completo del cuerpo de esa asesina tardaría al menos unos milenios en volver a regenerar su cuerpo en lo más profundo del Tártaro, serían unos buenos milenios de tranquilidad. Algo bien merecido.
Fueron segundos de calma antes volver a sentir derrumbarse pues la sombra cayó abatida soltando su báculo tratando de mantener el equilibrio bajo tus pies. Este artefacto de alto poder al estar fuera del contacto de la mano de su correspondiente se desvaneció en hilos de humo negro de igual manera que lo hacía su amo, pero de manera más veloz hasta desaparecer. Perséfone fue a su ayuda tomándolo por uno de sus brazos y aunque intentó con todas sus fuerzas a sostenerlo, este cayó contra el piso llevándose de por medio a la diosa.

Frente a sus ojos vio ella espesa sombra reducirse cada vez más, temía verlo desaparecer frente a sus ojos porque sabía que era él. Sabía que era Hades. No podría verlo irse. No sería lo suficientemente fuerte, sin embargo, no pudo hacer nada para evitar desvanecerse, pero el resultado final no fue como Perséfone esperó. Sí, la sombra se disipó, dejando al descubierto el cuerpo de un ente delgaducho y pálido. Un cuerpo que no era el que Perséfone creía a pesar de haber sentido su aura.

Estaba viendo a la persona incorrecta sintiendo su pecho quebrarse.

—Tánatos —dijo para sí misma un tanto decepcionada.

Este ángel de la muerte alzó su rostro confirmando aún más que estaba lejos de ser el dios del Inframundo. Tánatos no hizo nada más que lanzar una mezcla de risa con tos intentando recobrar la compostura.

—Me temo que sí.

Perséfone no volvió a mirarle a los ojos mientras le ayudaba a recuperar la respiración e intentar mantenerlo consciente, de una forma u otra también había sido afectado en sus entrañas.
Por alguna extraña magia concluía la pequeña diosa, Hades había tomado por la fuerza la forma de Tánatos para protegerle con esa extraña aura de sombra, pero aún de ser un evento tan repentino y caótico en el que su presencia era tangible... algo estaba gravemente mal.

Hades no regresó.

Ya no podía pensar de manera correcta. Sentía su partida como una culpa a su presencia en el Inframundo, como a una deuda que debía pagar y, a pesar de haber hecho tanto sacrificio y esfuerzo, no lograba traerlo de regreso.
No sabía que hacer, todo lo que hacía era insuficiente, ¿cómo seguir después de verlo, sentirlo, pero sin verdaderamente tenerle?

Su conciencia volvió a su cuerpo al casi perder el cuerpo de Tánatos, habían estado caminando de regreso al Campo de Elíseos con la esperanza de encontrar a una curandera,o si tenían mejor suerte, a Hécate aunque era inseguro, pero primero tendrían que llegar vivos en medio de ese bosque pantanoso con raíces por todos lados, niebla que no dejaba ver y un aire tan frío que acuchillaba desde el interior.
Perséfone no entendía la razón del malestar de Tánatos, no podía respirar bien así como no mantener el equilibrio con ambos pies.

K O R EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora