25 | Banquete de tres

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—¿Acaso estás aplicando una nueva estrategia? —preguntó la joven chica que yacía frente al mismo Hades.

En espera de que la mesa real estuviera lista para la cena de ensayo de su compromiso, habían iniciado una partida de ajedrez con un ligero aire de diversión por lo que fue la mejor decisión que pudieron haber tomado en la noche. Habían sido días apacibles desde aquella noche en la barrica, pasan el mayor tiempo posible juntos antes de separarse por las noches y dormir en soledad, detalle que cada vez les molestaba en el interior a ambos dioses pero callaban en esos intentos de calmar esa sensación.

—¿Y cuál sería, Kore? —Hades estaba extasiado de aquella velada con Kore, su Kore—. No tengo idea de a qué te refieres.

Perséfone aún con una sonrisa en sus labios miraba de una pieza a otra su juego hasta terminar con un brillo en los ojos al mirar fijamente a Hades.
Fueron un par de segundos antes que la chica volviera a hablar.

—Halagarme para distraerme.

Hades meditó su respuesta, la sonrisa discreta de Perséfone era la parte más interesante de su rostro ahora.

—Tonterías, y aunque lo hiciera, estás por demoler mi ejército de peones.

Fueron un par de jugadas más en las que Perséfone tomaba ventaja sobre él. Piezas suyas simplemente las tomaba la mujer gente suyo y las dejaba de lado al tablero.

—¿Te has vuelto buena. ¿Con quién has practicado?

Perséfone le miró sin parpadear por unos cuántos segundos interrumpida por su petrificación al escuchar sus palabras. Cuando terminó de realizar su movida tiempo después una mujer distinta yacía frente a él. Encorvó un poco la espalda, con la mirada baja y manos nerviosas.

—Con nadie que no seas tú. Bueno, lo he intentado con los esqueletos, pero he de admitir que no son muy buenos en esto.

—La última vez que jugamos apenas sabías cómo acomodar el tablero.

La chica dejó escurrir el tiempo entre ellos dos, su sonrisa ya no volvía a sus labios lo que preocupaba a Hades, y su espalda  de estar encorvada se tornó rígida contra el respaldo de su asiento.

—Ha pasado mucho tiempo de eso, más del que crees hasta tu regreso.

Hades estaba en jaque. Sabía que no podía cambiar el pasado en lo absoluto y ahora tenía que afrontar las consecuencias fueran satisfactorias o indeseadas, en ello también se incluía a Perséfone.

—No temas, Kore, no me iré a ningún lado —tomó su mano viéndola a los ojos, tenía esa mirada suplicante de su verdad, de saber que ello no se repetiría jamás y Hades cumpliría con su palabra. El rey del Inframundo miró a lo lejos a sus esqueletos hacer la seña respecto a su mesa servida, era tiempo de acabar con su martirio en el tablero de mesa—. Es hora, te doy el honor de acabar con mi rey antes de ir a la cena.

Perséfone parpadeó sin poder creer que le concedería tal acto, mucho orgullo siendo pasado de por medio al tener su merced su victoria.
Había mejorado tanto en el ajedrez hasta derrotar poco a poco a Hades, tanto que en ese mismo instante su rey estaba expuesto ante la reina blanca de la chica.

Con su otra mano, tomó la pieza y golpeó a la del rey hasta desestabilizarla hasta tirarla y colocar en la casilla a la reina blanca.

Ambos sonrieron antes de levantarse e ir juntos al comedor.

*

—¿Cubiertos? ¿En serio son tan necesarios?

—Sí —respondió Hades.

—¿Y por qué son tantos?

—Se trata de etiqueta.

K O R EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora