11 | Suave y de terciopelo

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Perséfone adoraba los detalles de aquellos enamorados. La forma más común que conocía era regalarse flores unos a otros como señal de afecto, tanto mortales como dioses. Recordó aquella vez que Afrodita recibió día tras día enormes arreglos florales por parte del dios de la Guerra, esa era la mayor prueba de cariño entre dioses que había visto en toda su vida.

Sabía que se amaban tanto como algunos mortales porque podía escuchar las pequeñas voces de las flores que cortaban para regalarlas. Una extraña habilidad que concibió a lo largo de sus años: entender el lenguaje de las flores.
No podía hacer nada al respecto con las vocecitas mimosas y tampoco era que le molestara escuchar todo el tiempo revelar el cariño incondicional entre esos mortales hasta que estas se marchitaran.

Fue una habilidad que mantuvo secreta de todos tras haber intentado decirle a su madre de ello. Decidió decirle que era una broma tras recibir una mirada desaprovatoria. Deméter era diosa de la cosecha y toda la vegetación del mundo, pero jamás había escuchado las voces del trigo o el maíz.

En fin, Perséfone adoraba tanto que los hombres les regalaran flores como prueba de amor. Pero le parecía una total ridiculez obligar a las mujeres mortales a vestir corsé. En serio que esa cosa era de lo más horrible, la hacía sudar tanto como sentir incómoda y la apretaba demasiado las costillas. Esa era su segunda vez usando esa prenda de vestir y ella siempre se preguntó porqué habían reemplazado tan bellas túnicas y lazos de los griegos por montones de telas, ropaje exuberante y los malditos corsé.

'Por estética' había respondido Hades antes, pero su respuesta no era válida, él no era quien usaba ese inútil y molesto aparato de tortura. Ni siquiera se mostraba a la vista de todos como una tiara o un manto de lana, no, este iba bajo capas de ropa.

Se le escapa el aire de los pulmones a bocadas tratando de mantenerse en pie aguantando cada segundo allí parada mientras el sastre terminaba de tomar medidas las nuevas medidas de su cuerpo. Hades se había dispuesto a darle el ropaje que ella merecía tras mostrar mayor progreso en sus modales, había tenido una sesión parecida a esa días antes cuando su cuerpo aún era al de una niña. Le había tomado medidas y todo arreglado hasta tener los vestidos.

Pero ahora que era distinta debían tomar medidas de nuevo y agregar el corsé.

Agh, en serio que odiaba el corsé.

Cuando el sastre dejó descansar su brazo de tomar sus medidas para ir por más hilo, se giró hacia Hades quien vigilaba en silencio que el sastre no hiciera algún movimiento indecente. El cambio de Perséfone había sido un cambio que sorprendió a todos. Orfeo se sorprendió un poco al verla de frente no como Tánatos, quien no la reconoció en lo absoluto. E incluso alguna vez escuchó a sus mozos esqueletos hablar de Perséfone, admirándola en pocas palabras.

'Hacía mucho que no veía una mujer tan bella y joven'.

'Le da vida al Inframundo'.

'Me recordó a lo que era sentirme vivo'.

Esas tres frases fueron las que permanecieron con el Señor de los muertos hasta perseguirle y retumbar en lo más profundo de su alma. Lo devolvió a la realidad ver a Perséfone llevarse un de sus caballos de ajedrez. Los últimos días no habían dejado de jugar hasta ver que cada vez se hacía más hábil al aplicar mejores jugadas.

—Si gano, nunca más usaré el maldito corsé —propuso segura.

Esa frase le sacó una sonrisa involuntaria a Hades. Estaba por responderle con una contrapropuesta si él ganaba, pero no. Al final no lo hizo y era una estupidez lo que le iba a pedir.

—De acuerdo. Pero si yo gano tendrás que utilizarlo cuando te lo diga.

—Hecho.

Hicieron un par de jugadas donde todo quedó neutral hasta que volvió a quedar en pausa tras la llegada del sastre. Este tomó medidas de su torso.
El largo de cada parte en relación a sus brazos y cadera como el ancho de su cintura, que no era demasiado. Perséfone se había vuelto demasiado delgada, pero el corsé ayudaba a darle forma a su cuerpo. Estaba de acuerdo en que moldeaba forcejando sus costillas, pero no valía la pena esas marcas que le dejaba como la primera vez que lo utilizó.

K O R EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora