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Desde aquel día que quedaron y se intercambiaron los números de teléfono no paraban de hablar.
En el instituto se juntaban en la salida y de vez en cuando se hablaban por los pasillos con algo de disimulo.
Había pasado más de dos semanas desde aquella quedada. Dos semanas que fueron suficientes para que el rubio y el pelinegro cogieran bastante confianza.
Hablaban, hacían bromas y soltaban algún que otro coqueteo.
Todo parecía una estúpida película de cliché.
Y ahí el rubio se dió cuenta.
Se estaba enamorando.
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-Gustabo.
- ¿Mhmn?- Respondió el rubio sin prestarle el mínimo interés mientras escribía en el móvil.
-¡Gustabo!- Volvió a llamarle Horacio, esta vez, tirándole una almohada a la cara.
- Espeeera, ya termino.- Dijo el rubio poniendo una sonrisa boba inconscientemente.
- ¿Con quién hablas?
- A ti qué te importa.- Dijo mientras continuaba escribiendo.
- ¿Es Jack Conway verdad?- Dijo Horacio rodando los ojos.
- ¿Y qué pasa si es?- Dijo el rubio dejando finalmente el móvil en el colchón.
