Simplemente no quiero.

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Otro tortuoso día había comenzado, al menos Sebastián no acosaba al pobre Killua.

Algo es algo, ¿No?

Pues no, porque su tranquila mañana se había ido a la MIERDA.

Su detestable padre lo había mandado a llamarlo junto con Sebastián.

Aún no encontró nada para poder cancelar esa estúpida boda, y todo por andar perdiendo el tiempo con el cabeza hueca de Gon y su mamadisima tía.

-¿Para qué nos llama tu padre Killua?... No es por quisquilloso pero, ¿No es muy temprano? él mío a estas horas no quiere ni verme en pinturita ya que trabaja-.

-Silva también trabaja a estas horas idiota, además ¿Por qué me preguntas a mi? Ni idea del porque de su llamado, solo se que tenemos que ir-.

-Seguro es algo de la boda-.

-Mmm, nos comprometieron, nos llaman a ambos, y además en un horario donde casi todos comienzan a trabajar por lo cuál nadie escuchará, no lo se, creo que eso era algo obvio desde un principio, ¿No?-. Contestó sarcásticamente el albino.

Sebastián ya se había acostumbrado a su ironía, así que solo se molesto en levantar los hombros.

-Bueno PERDÓNAME por no ser inteligente como usted su majestad-.

-... No, no te perdono, ahora entremos-.

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Toc toc (altos efectos de sonido el presupuesto es muy alto).

-¿Quién es?-

-Soy Killua, padre, y Sebastián está conmigo como me lo pediste, ¿Podemos pasar?-.

-Adelante hijo-.

Se abrieron las exageradamente grandes puertas del lugar, las cuales abren paso a una habitación en la que Silva suele encerrarse para trabajar.

Tanto el Zoldyck menor como el otro príncipe entraron a aquel lugar.

Demasiado lujoso, se nota que Silva hasta transpiraba dinero, pero eso no es secreto, después de todo, es el monarca de ese Reino.

Ambos se inclinaron ante Silva para después ser indicados por el mismo a sentarse.

-Bien, ambos tomen asiento, ahora mismo vamos a hablar de un tema importante-.

-No me digas, la boda, o dios mío nunca me lo hubiera imaginado-. Contestó inconscientemente el albino menor.

Para luego arrepentirse de sus palabras bajo la mala mirada de su padre.

-Si la boda, ya tenemos fecha.

-¿Tan rápido ya la tienen, genial, cuando nos casaremos?-.

-En tres meses-. Dijo Silva, firme y con su voz mas grave de lo normal, como si esta diera un solo mensaje.

"Ya esta decidido, no voy a cambiar de opinión".

El Príncipe y el Ladrón (Gonkillu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora