Ese viernes que me subí al metro estaba dispuesto a hablarle ya no más cartas iba a decirle lo que sentía y que la quería conocer, cruzamos miradas varias veces pero no me atreví a pararme, aun no me sentía listo hasta que ella se paró y se dirigió hacia mi yo no entendía nada, de repente ella me entrego una carta y me dijo: yo también puedo no entendía nada, después de eso se fue, yo me quede viendo el papel un rato preguntándome que es lo que diría, no quería leerlo por el miedo de que me dijera que la dejara en paz o algo parecido. Llegue a mi casa y aun no leía su nota hasta que me arme de valor y la leí, me quede impresionado con lo que decía la nota, no me esperaba lo que estaba escrito en el papel, pero decía: sé que no me dirás quién eres, y sé que no te conozco, pero hay algo en ti que me hace querer saber más, y debo admitir que esto de las cartas me emociona mucho, cada que recibo una nueva me da mucha alegría, pero, me pregunto si algún día me dirás más de una palabra...
Atte. Mía
No lo podía creer ella me había seguido el juego y lo mejor era había firmado la carta, wow que nombre tan hermoso, "Mía" era perfecto para ella. Al siguiente día estaba a punto de tomar el metro cuando se me ocurrió algo, decidí que ese día no entraría al metro, estaba dispuesto a decir más de una palabra la siguiente vez que viera a Mía, entonces tome mi antiguo tren ya sentía raro subirme ahí después de casi mes y medio subiéndome al otro en cuanto me subí al metro me puse a pensar que podría hacer para hablarle por primera vez y poder contarle todo al fin, tenía que ser algo especial no podía hacerlo en el metro tenía que ser algo diferente, pero que. Esa noche de regreso a casa tampoco me subí al mismo metro que Mía estaba decidido a no volver a pisar un pie ahí hasta después del día que le contara toda la historia. Entonces al siguiente día salí muy temprano de la universidad, como a eso de las 6 de la tarde, se estaba poniendo el sol y yo todavía no tenía ganas de regresar a casa así que me di un paseo por las estaciones del metro (lo cual ahora que lo pienso no era muy seguro ) y de repente llegue a la estación norte era la estación más limpia en todo el metro, hasta parecía que era un tren lujoso para los ricos, obviamente que el tren era igual a todos pero al menos la estación valía la pena. Cuando llegue ahí me pregunte: si la estación esta así no me imagino lo que hay arriba, así que decidí salirme de la estación y ver lo que de seguro era la zona de millonarios. Cuando salí me topé con un parque, un bonito parque muy limpio con gente muy fina, no como los parques de mi zona con los juegos algo oxidados y el pasto medio seco, la gente es muy amable allá también pero no fue para nada la misma experiencia. Me puse a recorrer el parque y en eso me encontré una banca muy bonita para dos personas que estaba colgada de un árbol, decidí sentarme y en eso experimente una sensación muy bonita ya que vi cómo se ponía el sol columpiándome y sintiendo la brisa en mi cara. Y ahí fue cuando lo supe ese era el lugar indicado para ir con Mía.
Pero tenía que invitarla a ir de una forma diferente, no quería decírselo en el metro, pero tampoco quería ir a su escuela ya que esos brabucones no me dejarían acercarme. Así que una vez más escribí una nota diciéndole donde nos veríamos. Entonces un día fui a su escuela y le pregunte a una chava si conocía a Mía, ella me dijo que si así que entregue la nota, le pedí que no dijera nada y que la metiera en su casillero. No tenía la certeza de que lo haría pero tenía la esperanza. Así que ese día en la tarde me dirigí a la estación del norte para encontrarme con Mía a las 7:30, estaba esperándola cuando de repente la vi, decidí llegar por detrás de ella y decirle que conocería todo de mí y que le contaría todo, también le dije que iríamos a un lugar donde podríamos hablar sin que nos molestaran y lo dije porque quería pasar un momento a solas con ella sin que nadie se entrometiera, como esos brabucones de su escuela.
Llegamos al parque y nos sentamos en la banca colgante. Le pregunte si le gustaba el lugar, ella se veía muy feliz así que me dijo que sí, pero de repente me pregunto la pregunta que más me aterraba que me hiciera. Decir quién era yo, ya que ni yo lo sabía del todo, pero tenía que contestar la pregunta así que comencé: como ya te dije me llamo Luis, me gusta escribir y el futbol, soy un chico de recursos no muy altos, no tengo para nada la vida que tú tienes y en realidad no te conozco lo suficiente como para enamorarme de ti pero así fue y desde que te vi ese día en el metro decidí que haría lo que fuera para poder tener este momento...
Le conté todo lo que había pasado estas últimas semanas, le conté el porqué de las cartas y de los brabucones que me golpearían con tal de que no le hablara. Le hable de mi familia, de mis pasatiempos y de que quería estudiar letras y ser un escritor famoso. El tiempo se pasó volando y juntos vimos ese hermoso atardecer que yo había visto el otro día, se nos hizo de noche y nos fuimos en el metro de regreso, esta vez nos sentamos juntos y de repente le dije: bien, ahora sabes quién soy, quien quiero ser, y todo lo esencial que hay que saber de alguien, ahora me gustaría poder conocerte. Ella me respondió que lo haría pero que tendríamos que volver a salir para eso. Llegamos a su parada y ella se despidió de mí con un beso en la mejilla, me quede helado y yo solo le pude decir: hasta mañana.
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La carta del metro
RomanceTodo comenzó con una carta que Mia recibió una vez en el metro por parte de un chavo de universidad y a partir de ahí se encontraban todos los días a las 7:30pm en el metro pero sin decirse nada, hasta que un día el chavo decide invitarla a salir fu...