Una muy peculiar conversación.

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Finalmente, respiré hondo y arrojé la moneda.

—Oh, diosa, acepta mi ofrenda.
La niebla tembló. Con la luz del baño bastaba para formar un tenue arco iris.

—Muéstrame a Sally Jackson —pedí—. En el Upper East Side, Manhattan.

Entonces en la niebla se dibujó una escena inesperada. Mi madre estaba sentada a la mesa de la cocina con… con un tipo. Y se desgañitaban de risa.

Había un montón de libros de texto entre los dos. El hombre tendría, no sé, treinta y pico. Llevaba el pelo entrecano bastante largo y vestía chaqueta marrón y camiseta negra. Tenía pinta de actor: la clase de tipo que interpreta a un agente secreto en la tele.

Me quedé demasiado estupefacto para articular palabra. Por suerte, ellos estaban muy ocupados riéndose para reparar en el mensaje Iris.

—Eres la monda, Sally —dijo el tipo—. ¿Quieres más vino?
—Uy, no debería. Sírvete tú si quieres.

—Antes será mejor que vaya al cuarto de baño. ¿Puedo?

—Al fondo del pasillo —le indicó ella, conteniendo la risa.

El actorcillo sonrió, se levantó y salió de la cocina.

—¡Mamá! —dije.

Ella dio un respingo tan brusco que poco le faltó para derribar los libros.

Finalmente, me vio.

—¡Percy, cariño! ¿Va todo bien?
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté.

Ella pestañeó.

—Los deberes —contestó. Y entonces pareció comprender mi expresión—. Ah, cariño… Es Paul, digo… el señor Blofis. Está en mi taller de escritura.

—¿El señor Besugoflis?

—Blofis. Volverá en un minuto. Cuéntame qué pasa.

Siempre que ocurría algo, ella lo adivinaba en el acto. Le conté lo de Harry. También lo demás, claro, pero sobre todo le hablé de Harry.

Mi madre contuvo las lágrimas, y lo hizo por mí.

—Oh, Percy…

—Ya. Y todos me dicen que no puedo hacer nada. Así que voy a volver a casa.

Ella empezó a juguetear con el lápiz.

—Percy, por muchas ganas que tenga de verte —dijo con un suspiro, como arrepintiéndose ya de lo que me estaba diciendo—, por mucho que desee que
permanezcas a salvo, quiero que comprendas una cosa: has de hacer lo que tú creas que debes hacer.

Me la quedé mirando.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno… ¿de verdad crees, en el fondo de tu corazón, que tienes que ayudar a salvarlo? ¿Crees que eso es lo que debes hacer? Porque si una cosa sé de ti, Percy, es que tu corazón no se equivoca. Escúchalo.

—¿Me estás diciendo… que vaya?

Ella frunció los labios.

—Lo que digo es que… bien, que ya eres mayor para que te diga lo que tienes que hacer. Lo que digo es que te apoyaré incluso si decides hacer algo que entrañe peligro. Oh, no puedo creer que esté diciéndote esto…

—Mamá…

Se oyó la cisterna del lavabo.

—No tengo mucho tiempo —se apresuró a decir—. Percy, decidas lo que decidas, te quiero. Y sé que harás lo mejor para Harry.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

—Porque él haría lo mismo por ti.

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No recuerdo cuándo me dormí, pero sí recuerdo el sueño. Me encontraba otra vez en la cueva. El techo se cernía muy bajo sobre mi cabeza. Harry permanecía arrodillado bajo el peso de una masa oscura que parecía un enorme montón de rocas. Estaba agotado se notaba en sus ojos pero aún mantenía firme su mirada hacía adelante. Le temblaban las piernas.

—¿Cómo sigue nuestro joven invitado? —retumbaba una voz masculina.

No era Cronos. La voz de Cronos era chirriante y metálica como un cuchillo arañando una pared de piedra. Yo la había oído muchas veces en sueños mofándose de mí.

No: esta voz era más grave, como el sonido de un bajo. Y tan
potente que hacía vibrar el suelo.
Luke surgía de las tinieblas. Se acercaba corriendo a Harry y se arrodillaba a su lado. Luego se volvía hacia la voz.

—Se le están acabando las fuerzas. Hemos de darnos prisa.

-¿A quién se le están acabando las fuerzas, Luke?- le debatió Harry con una voz calmada y tensa por el esfuerzo que hacía al sostener el peso.

La voz emitía una breve risotada. Era alguien que se ocultaba en las sombras, en el límite de mi campo visual. Una mano rechoncha empujaba a una chica hacia la luz.

Era Artemisa, con las manos y los pies atados con cadenas de
bronce celestial. Yo sofocaba un grito. Tenía su vestido plateado hecho jirones, y la cara y los brazos llenos de cortes. Sangraba icor, la sangre dorada de los dioses.

—Ya has oído al chico —decía la voz de las tinieblas—. ¡Decídete!

Los ojos de Artemisa destellaban de cólera. Yo no entendía por qué no hacía estallar las cadenas o desaparecía sin más. Pero por lo visto no podía. Quizá se lo
impedían las cadenas, o un efecto mágico de aquel lugar siniestro.

La diosa miraba a Harry y su ira se transformaba al instante en angustia e impotencia.

—¿Cómo te atreves a torturar así a un Dios? —preguntaba con un
sollozo.

—Morirá muy pronto —decía Luke—. Pero tú puedes salvarlo.

- Artemisa- la penetrante voz de Harry sono por toda la cueva con un tono de advertencia, el puño de Luke no tardo en chocar contra su rostro para que guardará silencio y de su boca escurrio sangre pero Harry se mantuvo firme y con la mirada fija en Artemisa.

Yo sentía como si estuvieran
retorciéndome el corazón y haciéndole un nudo. Quería correr a ayudarlo, pero
no podía moverme.

—No —dijo Artemisa, transformando su rostro en una máscara de seriedad, Harry le sonrió y asintió cosa que hizo que por un momento la angustia e impotencia volviera al rostro de la diosa.

-Vaya veo que no eres tan estúpida como pensé Artemisa- volvió a hablar la voz sólo que esta vez tenía un tinte de sorpresa- mata al chico, Luke

-¡No!- exclamó Artemisa, sentí como la sangre se escapó de mi rostro y mi corazón dejo de latir por un momento, Harry no mudo expresión sólo escuchaba la conversación como si fuera algo ajeno a él.

—Aún puede sernos útil, señor. Como cebo.

—¡Bah! ¿Lo crees de veras?

—Sí, General. Vendrán a buscarlo. Estoy seguro.

El hombre de las tinieblas hacía una pausa.

—En ese caso, encadena a Artemisa a su lado, ya que decidió dejarlo bajo ese peso entonces que lo vea desfallecer bajo el.
Después, si nuestro sacrificio sale como hemos previsto, su vida será
insignificante. Las vidas de todos los mortales serán insignificantes.

—Nunca encontraréis al monstruo que estáis buscando —decía Artemisa—. Vuestro plan fracasará.

—No tienes ni la menor idea, mi joven diosa —respondía el hombre—. Ahora mismo, tus queridas cazadoras salen en tu busca. Ellas vienen sin saberlo a
hacerme el juego. Y ahora, si nos disculpas, tenemos un largo viaje por delante.
Hemos de prepararles un buen recibimiento a tus cazadoras y asegurarnos de que su búsqueda sea… un auténtico reto.

Su carcajada resonaba en la oscuridad, haciendo temblar el suelo como si el techo entero de la caverna fuera a venirse abajo.

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Siento la demora, feliz 14 de febrero 😘.
♡Jana♡

Ojos color mar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora