Capítulo 10

3 1 0
                                    


Sigo siguiendo a Leo por los prácticamente vacíos pasillos, a estas horas la mayoría de gente sigue durmiendo, y después de la prueba de ayer, la sede entera está cansada.

-Leo, no sé hacia dónde me estás llevando exactamente, pero te juro que habiendo girado todas estas esquinas, se me va a hacer imposible saber cómo volver, todo es tan monótono...

-No es tan difícil guiarte cuando llevas cierto tiempo aquí.-Dice sin parar el ritmo.-Pero nadie ha sido capaz nunca de explorar totalmente este sitio. La sede es como una ciudad entera, no has conocido aún ni un 1% de lo que es. Es algo inimaginable, y al estar encerrados aquí, al no llegar jamás a explorar la sede en su totalidad, no tenemos idea de su inmensidad. Cuando salimos para hacer alguna misión, nos meten en helicópteros sin ventanas, y a la hora de entrar en ellos, no creas tampoco que salimos, hay una sala en el piso más alto, en la cual el techo se abre para que el helicóptero ascienda. Llegamos al destino sin haber podido ver la sede, es como si estuviésemos viviendo en una realidad distinta.

-Entonces ¿La sede está dividida en pisos?

-Exacto, pero no tengo ni idea de cuántos, para llegar al piso superior nos meten en un ascensor enrejado, sin botones ni nada que nos indique hacia qué piso nos dirigimos, estamos atrapados ahí dentro por lo que parece una eternidad. Todo lo hacen de manera que no sepamos nada, que todo sea un misterio, de manera que puedan utilizarnos. ¿Qué manera mejor que arrebatarnos todo lo que sabemos y prohibirnos saber más? ¿Qué manera mejor para controlarnos que convertirnos en unos pobres ignorantes?

Siento cómo su tono se endurece al explicarme esto y puedo notar su enfado también corporalmente. Se nota el gran odio que le tiene a la sede, y eso me hace preguntarme qué tipo de situaciones traumáticas debe de haber presenciado desde que entró, ya que he podido llegar a la conclusión de que Leo lleva aquí mucho tiempo, yo llevo tan solo 2 días aquí y ya estoy deseando salir. ¿Cómo pueden las personas que llevan tal vez meses resistir todo esto, semana tras semana, día tras día? Esto me hace recordar al hermano de Marta, él llevaba 2 meses aguantando, y terminó de la peor manera posible.

-Hemos llegado.-Leo se planta delante de una puerta, en el fondo de un pasillo cerrado. Esta puerta es la única del pasillo, a diferencia de todos los otros.

La curiosa puerta metálica es distinta a las otras, algo sobrecargada de metal, diría yo. También es más grande que las demás, llena de tornillos, y cargada también de candados oxidados.

-Muy discreta no es, eh.

-No es necesario que lo sea.-Me dice guiñandome el ojo, y comienza a aporrear fuertemente la gran puerta.

Esta se abre bruscamente, haciendo que todos los candados oxidados caigan al suelo. Aparece tras la puerta un chico bastante alto y musculoso, más mayor que nosotros, e incluso Leo ha de alzar la mirada para observarlo.

-Me parece que habrá que cambiarlos.-Dice mirando fijamente los candados.

El hombre me comienza a estudiar con la mirada, causándome nervios.

-¿Quién es esta?

-Se llama Helena, es de los nuestros.

-¿Te tengo que recordar lo que pasó la última vez que trajiste a una chica aquí diciendo "es de los nuestros"?

Leo y él se sostienen las miradas, yo no soy capaz de entender lo que está sucediendo, ni si tiene algo que ver conmigo.

-No te puedo asegurar que esta vez sea distinto, pero te juro que la necesitamos si queremos conseguirlo, por muchas veces que tengamos que caer.

El hombre me vuelve a observar, con los brazos cruzados, juzgandome aún más.

-Pasad.-Dice antes de adentrarse en la oscuridad de la que salió.

Leo me observa, mis nervios siguen sin irse, él me coge del brazo, y nos adentramos los dos también en ese oscuro antro. 

HelenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora