Capítulo 11

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No puedo divisar nada más que oscuridad, guiándome por el brazo de Leo, hasta que las luces se encienden.

Es una gran habitación, con 4 triliteras, hay una puerta al fondo de esta, que supongo que conducirá al baño, y nada más. Este cuarto se reduce a eso, es de paredes grises, igual que el pasillo, las camas son todas iguales, sábanas blancas y mantas negras.

El hombre se para en el centro de esta, se cruza de brazos, y me pregunta:

-¿Recuerdas algo de tu pasado? Cualquier cosa, por mínima que sea.

Todos los sueños invaden mi mente, me prometí a mí misma que no hablaría de ello con nadie, ¿Se supone que estas personas son de fiar?

-No recuerdo nada.-Respondo firmemente, rogando que mis nervios no me hayan delatado.

Él observa a Leo, y durante unos segundos se sostienen las miradas, hasta que el desconocido vuelve a dirigir su mirada a mí.

-Mi nombre es Rick, soy el jefe de la operación que seguramente Leo te habrá explicado.-¿Qué operación?-Acompáñame.

Rick empieza a dirigirse a la puerta del baño, lo cual me desconcierta.

-Leo, ¿A qué operación se refiere?

-Ya lo sabrás más tarde.-Dice empujándome ligeramente para que siga a Rick, quien nos espera frente a la puerta.

Saca una llave del bolsillo de su mono, y la utiliza para abrir la puerta, detrás de la cual, también se extiende la oscuridad. Esta vez me adentro en ella sin titubear.

Al entrar en lo que yo suponía que era un baño, la puerta se cierra detrás de nosotros tres, haciendo que no sea capaz de ver absolutamente nada.

De repente, se encienden unos focos, cegándome completamente. Me tapo los ojos con las manos, en pocos segundos, al recuperar la vista, me percato de que estamos en un pequeño cuarto vacío, a excepción de los focos situados en las esquinas, una vieja silla de madera en el centro del cuarto, y nuestra presencia.

Rick se pone delante de mí, mientras Leo se dirige a la pared y apoya su espalda en ella, con los brazos cruzados, desviando la mirada.

-Te voy a tener que hacer unas preguntas.-Dice con su voz grave y dominante, haciendo que tema por mi inmeditada decisión de seguir a Leo sin saber a qué ni a dónde.-Siéntate.

-¿Esto es un interrogatorio?-Pregunto sentándome en la silla, haciendo lo posible por que no se note mi nerviosismo interno.

-¿Cómo te llamas?-Dice ignorando completamente mi pregunta.

Al estar sentada en esta pequeña silla, veo a Rick como si fuese una gran torre (sí, más que antes), y juraría que para eso estoy sentada, para observar hacia arriba y él hacia abajo, para ver a un gigante y él a una pulga.

-Helena.

-¿Edad?

-Veintidós.

-Primer recuerdo que conservas.

-Siendo llevada a un juzgado.

-¿Qué sucedió entre el momento de la explosión y el de despertar en la sede?

-¿Cómo sabes eso?

-No hagas preguntas, chica.-Me giro al escuchar una tercera voz, una chica ha abierto la puerta.

Es asiática, de estatura media, delgada, con el pelo liso y negro, me llama la atención el hecho de que no lleva el mono, sino unos leggings y un top ajustados y negros, con el número 337 escrito en la etiqueta pegada al top.

Se acerca a mí moviendo las caderas, con una sonrisa burlesca dibujada en el rostro.

Se sitúa delante de Rick, quien hace una mueca ante la repentina interrupción.

-Lo siento querida, resulta que lo sabemos todo.-Dice a la par que alza la mano mostrándome lo que sostiene en ella: el cuaderno azul que Christie me dio.

-¿Cómo...?

Empiezo a recordar todo lo que está escrito en ese cuaderno, mis recuerdos, suposiciones ¿Cómo he podido ser tan descuidada? Si tanto quería guardar el secreto ¿Cómo pude escribirlo todo y esperar que nadie lo leyese?

-Digamos que Leo hizo su trabajo.

Observo a Leo, quien sigue en la misma posición que antes, sin dirigirme la mirada, ausente a todo lo que está sucediendo.

Cada vez me queda más claro, no existe nadie en quien confiar aquí.

-Fuiste muy estúpida.-Dice la chica mientras abre el cuaderno.-"Querida yo, ya ha llegado la noche, o eso señala el pequeño reloj de contornos azules colgado en la pared, típico de Christie", ugh, Christie.

Se gira y observa a Leo al decir estas últimas palabras, quien sigue sin mover ni un solo dedo.

-No te fíes de esa mujer.-Dice, hablando con un tono más burlesco que serio.

-¿Tú me lo estás diciendo?-Le respondo, observando primero el libro y después a ella.

-Ey ey ey...- Alza las dos manos intentando mostrarse inocente.-Que yo no fui quien lo robó.

-Aún así, no me puedo fiar de ninguno de vosotros.

-Hmmm... ¿Entonces prefieres fiarte de ti misma?-No pensé que alguna sonrisa me llegaría a irritar tanto como la de Christie, pero al parecer este lugar está repleto de personas con sonrisas irritantes.

-Así es ¿Hay algún problema?

Ella empieza a andar de un lado a otro, agitando el cuaderno.

-Sí, que no puedes fiarte de nosotros porque somos completos desconocidos, pero olvidas el hecho de que tú.-al decir esta última palabra se para frente a mí y me apunta con el cuaderno.-eres para ti misma una completa desconocida, y ciertamente tu peor enemiga.

Ahora camina dando vueltas alrededor de mi silla, mientras me dice:

-No sabes quién eres, Helena, ¿Y si los recuerdos que conservas son falsos? ¿Y si crees que vas un paso por delante de ellos, pero en realidad te están controlando a tu antojo sin que te des cuenta?-Definitivamente no me lo había planteado, no puedo ni siquiera confiar en mi propia mente.

El hecho de pensar en esto hace que la cabeza empiece a darme vueltas. Estoy sola, no me tengo ni a mí misma, soy un simple títere, desde el momento en el que me robaron los recuerdos no soy nadie, solo soy un número, solo soy la recluta 300.

HelenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora