4. Mis recuerdos también son un problema.

13 0 2
                                    

El camino a casa de Alba Samira Mito es bastante largo, anda quince minutos  hasta una parada de autobús, en el cual permanece como por una hora, para luego caminar otros veinte minutos hasta llegar a casa de su abuela, ¿podría asistir a una escuela más cercana a su casa? Sí, ¿por qué no lo hace?... No le preguntes, se va a enojar y a entristecer.

Es viernes por la tarde y no tiene que volver a casa de inmediato...
Ya se le hace extraño hacer esa ruta sola. De lunes a sábado sale del instituto, camina hasta la estación con Hugo y de ahí solo se divididen al bajar del transporte, son grosso modo, tres cuartos de hora que pasan juntos.

—¿Cómo no me di cuenta antes? Hay mucho en mi mente estos días, desde que volví a encontrarme con los idiotas amigos de mi padre... La vida es difícil... ¿¡Por qué tenían que volver a aparecer!?... —dió una patada al poste de luz.

Su andar la lleva a pasar por una tienda llamada "café rayos de sol (donde siempre brilla el sol)".

—¡Ja!, antes me gustaba este lugar.

Su paso fue acelerando constantemente, hasta pasar rápidamente por ese característico callejón sin luz, gotas de sudor frío recorrieron su frente.

—Estúpido restaurante, me prohibieron entrar por "asustar a los clientes" —dijo lo última con voz burlona—, y dos semanas después en este mismo lugar, ¡bam!, revivo mi infancia...

Sus puños se destensaron al doblar la esquina, y su respiración también empezó a estabilizarse.
Por otro lado, su rostro esbozó una sonrisa.

—Hugo me salvó y me regaló está preciosa cinta —recordó, tocándose el cabello—. Aún recuerdo como me vieron todos cuando volví a la escuela, jaja.

Le encanta esa parte del recuerdo, abrir los ojos y tener a su, más bien delgado, pero definido amigo, colgando su teléfono para voltear a verla preocupado. No sentir frío debido a que el susodicho la envolvió en su propio abrigo, lo que sí sentía eran cortadas en la cara, que cuando las intentó palpar, sintió curitas recién colocadas. Supuso que fue para ello que amarró sus rojos cabellos tras su nuca.
Probablemente era el único hombre al que soportaba, pero después de esto, ascendió a ser uno de los dos varones a los que realmente apreciaba.

—¿Por qué recuerdo todo y no solo esa parte? —maldijo—. Aún siendo tan doloroso... Estúpida mente —se dió un golpecito en la cabeza—, ¿eso Sí no lo podía suprimir, verdad?, carajo.

-- Flash back --

*Sonidos de ambulancia*

Una paramédica baja de la parte trasera del vehículo, le da un vistazo rápido a la chica y llama a su compañero para subirla con cuidado.
El joven se sube de acompañante, olvidando sus cosas y las bebidas en la tienda.

—Dios, pobre, ¿en qué estaban metidos, niños? —consulta, tomando la cartera de la chica, para revisar datos importantes.
—No tengo ni idea de cómo ocurrió —respondió, empezando a notar dolor en sus nudillos.
—También tienen que revisarte, ¿Eso fue solo por golpear? —señaló las manos manchadas de sangre del muchacho, y suponiendo lo peor.
—La sangre no es de ninguno de los dos —la interlocutora arqueó la ceja, esto le parecía bastante extraño.

Ya en el centro de salud más cercano, fue el propio Hugo quien le facilitó la vida a los doctores, respondiendo sobre el seguro médico, tipo de sangre, condiciones especiales, anteriores tratamientos médicos, etcétera, sobre Alba.
Le limpiaron las manos y un policía lo interrogó sobre lo sucedido en lo que esperaba para tomarse una radiografía.

Lo triste de esta historia es que el policía no se escandalizó, cosas como estas pasan bastante a menudo en grandes urbes como Bogotá y Medellín, y también en todos los países de la región.

Antes había sido muy pasivo, pero ya lo había decidido, iba a ayudar realmente a esta chica, con lo violenta que es... ¿Como fue que ella misma no les rompió la cara a esos tipos?, algo olía a gato encerrado, ¿qué tan horrible habrá sido su vida para ser así?

Al día siguiente, Hugo llegó solo a la escuela. La gente se hacía principalmente dos preguntas ¿donde está Mito? y ¿qué onda con sus manos?, y murmuraban cosas como: "vaya, por fin el calladito la puso en su lugar", "¿en qué lo habrá involucrado esa loca, al pobre?", "hasta se la chuparia si me dijeran que puso a esa perra donde pertenece" y "que bien, sin ella hay más paz", entre muchos otros comentarios hirientes para el, ella o ambos.
Por parte de la dirección solo sabían que la estudiante se encontraba en mal estado.

Una Historia ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora