—Alba, déjamelo un ratico, tu te vas con él todos los días —jovialmente mientras Alba se giraba y seguía su camino, refunfuñando.
Sebastián pasó el brazo sobre el hombro de su compañero.
—Y bueno mi bro, ¿cómo van las cosas con tu “stundere” ? -
—¿¡Qué!? —frenó sobresaltado.
—No te hagas, viejo, ¿ya son algo?, ¿o por qué te la aguantas? Y no me digas "porque es fuerte", tu eres totalmente capaz de triturar a cualquiera —le dijo llevándolo por un callejón.
—Ehmm...
—Amigo, en serio, quiero ayudarte.
—¿Ah, sí? ¿Y eso en qué te beneficiaría? —se cruzó de brazos.
—Contactos. Voy a salir de la escuela, y solo tengo un amigo en ella, y Michael no tiene pinta de ser muy útil para mí beneficio profesional —dijo en tono sarcástico.
—¿En serio? —se extrañó.
—Jajajaj, es broma... Bueno, en parte, siempre hay que pensar en el futuro, pero no es la razón más importante, ni de lejos. Últimamente tengo este... Complejo de "salvador", no me salió muy bien la última vez, peeero, me agradan y sería muy útil para el mundo tener a Alba entre las buenas personas, tu podrías ayudar en eso... Mmm, ¿en serio nunca lo pensaste?
—¿El qué?
—Alba. De forma romántica.
—¿¡Qué!?... ¿N-no? De hecho n...
—Entonces, volvemos a la pregunta. ¿Por qué la aguantas?
—Pues... No lo sé... Hay algo en ella que me recuerda a mí... Algo que me hace sentir... seguro, y bueno... no hay que obviar tampoco que me evita problemas.
—¿Algo que te recuerda a tí?
—Sí, no sé cómo explicarlo.
—Piénsalo. ¡Ah! y necesito un favor.
—Ehhh... ¿Claro? —respondió extrañado.
—Mike necesita ayuda extra en mates —dijo soltándole el hombro—, ¡ya estás comprometido! —exclamó, ya lejos.
—... ¿¡Ehh!?Al llegar a su casa, Hugo tiró su mochila debajo de su armario, se quitó los zapatos y fue a la cocina por una soda. Mientras bebía, muchas cosas rondaban su mente... "Ver a Alba... ¿Cómo una mujer?", se sonrojó terriblemente al pensar en sus atributos físicos, "siendo sinceros... Es muy hermosa", su imaginación fue mucho más allá, se levantó del sofá, después de echarse un agua, se puso su karategi y comenzó a entrenar en el gimnasio en casa, completamente equipado, que tenían y solo él usaba.
Mientras tanto, Sebastián estaba llegando a su casa, o más bien, la de su hermana.
—¡Hola, enana! —chilló alzando a Pamelita—. ¿Cómo estás?, ¿hiciste tus tareas hoy? —le sonreía mientras jugaba con ella.
—Sí, tío, obvio que sí.
—Que bueno, no quiero que termines como Mike, eh.
—No, tío, más bien deberías decirle eso a mi hermana, se la pasó toda la tarde encerrada viendo películas geniales con un chico.
—Eso es algo muy específico, ¿no crees? —le dió una gran sonrisa—, ¿cómo lo sabes, eh?.
—Pues porque no dejaban de aplaudir, ¿cómo más, tío?
—¿Con que sí, eh? —dirigió su vista a donde se encontraba la habitación de la mayor de sus sobrinas, cómo si pudiera ver a través de las paredes—... Dame un rato, luego revisamos esas tareas, primero tengo que hablar con tu hermana.
—¡Claro! —se bajó de los brazos de su tío y fue corriendo a la cocina.Al tiempo, cómo si estuvieran conectados telepáticamente, la sobrina y el mejor amigo de Sebastián mordieron su galleta favorita (que resultaba ser la misma), que nunca les faltaban, pues Sebastián gustaba de regalarles (a ambos por igual) cajas de las mismas, muy a menudo.
—¡Malditas matemáticas, no las entiendo, que estupidez! —gruñía con la boca llena, sentándose en un mueble destartalado, que debía haber salido de circulación hace buen tiempo ya.
—Primo, no te angusties, eso solo hará que te sea más difícil —dijo un chico rubio intentando acomodarse en el que ahora era su lado del sofá.
—Sí, y ¿no iba a ayudarte con eso Sebastián? —preguntó la menor de los primos desde la mesa en la que, hasta hace medio minuto, había estado también Michael.
—Tiene trabajo estos días —les recordó la abuela, moviendo a los dos rubios del sofá y encendiendo la televisión.Justo el mismo canal era sintonizado por la pantalla plana colocada en la pared de un treceavo piso, en una habitación desordenada, con cómics de Marvel y cajas de comida en el suelo.
—¡No mames!, ¿¡estás viendo lo que acaba de suceder!? ¡¡No me lo creo!! —gritó un chico al otro lado de la línea, apenas Thomas contesto el celular.
—Sí, sí, lo hago, no me lo perdería por nada del mundo —mintió.Otra conversación se llevaba a cabo, en otra casa, en un extremo opuesto de la ciudad (pero igual de al norte), pero no era por teléfono, sino por video conferencia, y no trataba de una serie, sino de como le estaba yendo en su viaje de negocios al padre de cierta niña rica, amiga de Hugo. Quien se expresaba con elegancia de cierta ciudad al norte de un país al norte de su patria, que por hermosa que fuera (en sus palabras), no se comparaba con Medellín, la ciudad natal de tanto el uno como la otra.
—Lamento interrumpirla, señorita, pero, su mamá está llamando ¿Le paso el teléfono? —dijo una empleada al entrar en la habitación.
—Claro, Vicky —respondió sonriendo—, espérame un momento pa'.
—No, hija, tengo que volver al trabajo, hablamos otro día.
—¡Oh!... Emmm... Okey, papi —contestó, claramente decepcionada.No era la única chica decepcionada en Bogotá esa noche, nuestra querida protagonista también lo estaba [lastima que no puedo decir que sea algo extraño], porque no se había fijado que había poca cosa en el refrigerador, y con la mano lastimada no podría cocinar, para terminar de joder su día, su abuela llevaba unos días fuera de casa ya. Bueno, irse a dormir sin comer no sería, ni de lejos, lo peor que le ha pasado.
Tiró su mochila, junto con su chaqueta, al escritorio, retiró la cinta de su cabello, al tiempo que buscaba el cepillo. Se peinó mientras se quejaba del frío capitalino, para luego quitarse la camisa, la sudadera y sus medias. Se puso el pantalón de su pijama, antes de tirarse a la cama, tomó su teléfono para revisar qué había de nuevo. Pero su mirada se movió sola hacia la mesa de noche, dónde guardaba la foto de grado del año anterior. Estuvo un buen rato viendola... Mejor dicho, viendo a un muchacho rubio, directamente a los ojos, unos ojos (según ella) tan oscuros como una cueva en la montaña, tan singulares como un cometa, tan calmos como un estanque silencioso en medio del bosque, tan... Hermosos. No pudo evitar morderse el labio inferior.
—¡Ahh!, ¿¡por qué tengo que ser tan patética!? Es un chico... ¡Uno cualquiera!... Un chico alto cualquiera, con un hermoso pelo cobrizo cualquiera, hombros anchos, ojos refulgentes... Unos... Apetecibles labios... Con manos... gentiles, y —su imaginación ya estaba volando a miles de metros de altura y una de sus manos, por el contrario, había empezado a bajar por su abdomen—... ¡No puede ser!, ¡como me cargó hoy! —su cara estaba más roja que un tomate y sus labios tan jugosos como el mismo tomate—, ¡hhha!, ¡no puedo más con él!, ¡maldita sea! —chocó sus manos contra su frente—, ¡mierda, ahh!, ¡la puta madre, que dolor, estúpido brazo! ¡Ahhh! —continuó lo que hacía justo antes para calmar el dolor.
Tras terminar, se dió media vuelta e intentó conciliar el sueño.______________________
El traje de varias artes marciales se llama "gi", como el "judo-gi", el "aikido-gi" y el "karate-gi", y así. Cómo un extra, según leí, es una prenda que emula el kimono.
Los " [...] " Son un comentario del escritor.
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Una Historia Cliché
RastgeleAlba Mito, una linda rola pelirroja, es la típica bully. Saca su ira acumulada molestando a sus compañeros. Así era, hasta que conoció a un tímido vallecaucano, a quien poco a poco le agarró cariño. ¿Quien mejor para escucharla y apoyarla que Sebas...