18. Ahora sí, hora de estudio.

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—¿Qué mierda se supone que haga? ¡deuuuus! ¿Mi mamá? Sim, como não ¿Qué tonterías son esas? —decía molesta, caminando hacia la casa de Lorena Amaya, una de sus compañeras de clase-, en fin, es por acá...

Después de buscar por un buen rato, Alba encontró la casa de los Amaya, era bastante grande, algo lógico, pues eran empresarios muy bien conectados.

—Bueno... É hora —tocó el timbre.
—Ya voooooy —dijo, una chica guapa, alta, de tez oscura, pelo rizo y ojos verdes; desde lejos—, espera un minuto, ya te abro, es que no sé cuál de todas estas llaves es, jaja.

Al abrir, por fin recordó que esta persona iba a estar en su casa. Palideció, ni siquiera saludó, solo se apartó de la puerta, dejando entrar a su invitada.

Emmm... Linda casa, supongo -dijo mientras ambas estaban nerviosas y con taquicardia.
Gracias...

«¿Qué hago, qué hago?», no dejaba de preguntarse, Alba era la primera en llegar, así que estaban solas, más la chica del servicio, que estaba a punto de irse.

—Y... ¿Las demás cuando van a llegar? -se apresuró a decir, aunque tímidamente.
—No lo... —se aclaró la garganta—, no lo sé... Veo que te gusta estar a tiempo, je...
—Sí, a Irene siempre le parecieron odiosos los retrasos.
—¿I-irene?
—Mi mamá.
—Pensé que vivías con tu...
—Sí, no, no, o sea, me crío Irene, pero cuando mi abuela se recuperó le pidió que le dejara cuidar de mí —le respondió antes que terminara de hablar.
—Pero, tu mamá no debería de...
—No es mi mamá biológica, de hecho es mi tía, la novia de mi tío.
—O... bueno... Creo que me estoy metiendo dónde no me llamaron -mencionó visiblemente nerviosa-
—De hecho.

Lorena tragó saliva y le ofreció una taza de té, para cambiar un poco el ambiente, Alba aceptó, sentándose en el sillón color esmeralda de la salacomedor.
—Señorita Alba, disculpe las molestias, pero solo nos queda el té especial de don José, ¿nos recibe un tintico? —preguntó la empleada de los Amaya ahora mirando a la invitada.
—Claro, claro, sin problema.

A los pocos minutos la señorita les estaba sirviendo a las dos adolescentes cosas bastante distintas, Alba tenía tinto, negro y bien cargado, mientras que Lorena (en una taza bastante más grande) tenía café con leche y mucha azúcar, pero ambas tomaban las mismas tostadas de ajo, de un plato en la mesa pequeña en medio de los muebles.

—Bueno, niña Lore, yo ya me voy a ir yendo, disfrute de su reunión.
—Sí, claro, ten una buena tarde, nos vemos la próxima semana —se despidió con una señal con la mano, al igual que su acompañante.

No pasó mucho tiempo (aunque así les pareció) hasta que llegaron dos chicas más.
Andrea, una chica bajita, de piel, ojos y pelo sumamente oscuros, bien maquillada y perfumada; y Lola una rubia de ojos azules y muy grandes proporciones (que siempre van en par); llegaron con los mejores ánimos, cosa que no cambió casi nada al ver a Alba, pues ya sé habían mentalizado.
—¡Chao, mi amor, gracias por traernos, te quiero! -alargó las palabras.
—El novio de Lola siempre tan amable —comentó ni bien entrar, Andrea—. ¡Ay, querida!, ¿por qué tan callada?, animemos esto.

Lola y Andrea saludaron a sus pares con dos besos en las mejillas, lo cual descolocó un poco a Alba, quien nunca había sido saludada así por gente fuera de su familia.
Andrea encendió el estereo y buscó algo bueno, mientras que Lola intentó hacerle platica a Alba.

—Jummm, vayaaa, que milagro que te hicieras con nosotras.
—Sí.
—¿Como fue que Camila te convenció?
—Ya era momento de abrirme un poco más a mi entorno... Bueno, de hecho Sebastián y mi psicóloga insistieron.
—¿Ehhhh?, ¿vas al psicólogo?... ¿Eso no es para gentee... —rodó su índice al lado de su cabeza—, ya sabes, "cucú"?
—No seas prejuiciosa, Andrea también va al psicólogo, y ella es perfectamente normal —pareció haber un poco de molestia en las palabras de Lorena—, no te preocupes, Alba, mis papás también van, en pareja...
—No, no. Es algo normal. Lo recomiendo mucho, solo que... Si no se sienten cómodos con el primero, busquense otro, es realmente lo mejor.
—Vaayaaa, nunca imaginé que la mismísima Alba Samira Mito me daría consejos algún día.
—Estás volviendo a ser impertinente, Lola —Insistió Lorena.
—Perdón, perdón. Cambiando de tema, ¿cuando será que tendrá planeado llegar Camilaaa?, jaja —rió la chica rubia e inmediatamente el timbre volvió a sonar.
—Hablando de la reina de Roma —bromeó Lorena—. ¡YA VA!

La puerta de la casa se abrió, revelando a una muy linda colegiala de pelo castaño (recogido en un pequeño chongito), ojos color avellana, y piel trigueña; bien arreglada, y con dos bolsas, una hasta el tope de chuches y la otra con materiales para la tarea. Entró al tiempo que sonaba un Diomedazo en el estereo.

—Perdón la demora, chicas, en serio.
—No te preocupes, ¿trajiste lo que te pedí?
—Lo, en serio, casi me matan cuando les pedí esto a mis papás.
—Ay, no exageres, si son bien amables.
—Contigo, Lo. Conmigo son muy estrictos.
—Bueno, bueno, pero, ¿te lo dejaron?
—Sí, pero parece que soy la única que trajo cosas para la pijamada.
No worryyyy, el novio de Andrea nos trae lo nuestro.
Espere um momento ¿Como que «pijamada»? —se alarmó Alba, y comenzó a ruborizarse.
—No puede ser, ¿ninguna te dijo?, ¿Camila, por qué no le dijiste?
—Pensé que lo haría alguna de ustedes.
No worry, Lore te puede prestar una muda de ropa, ¿cierto, Lore?
—Supongo que te quedará un poco grande, pero sí, no es molestia.
—No, no, no, yo vine para una tarea nada más.
—Ayyy, Alba, no seas así, dijiste que querías abrirte, ¿no? Está será una gran experiencia... Para todas. A Lore y a Andrea puede que se les quite el miedo, y tu obtienes cuatro grandes amigas a cambio, es un «ganar ganar». ¿O no, camiii? —la volteó a mirar.
—Lola, no creo que debamos forzarla si no quiere —mencionó la más bajita.
—Ohhh, ¿así que sos una cobarde? Ehhh, Andrea...
—¿¡Disculpa!? Repitelo, te reto -señalandola con el índice.
—He estado en muchas peleas, pero nada me preparó para esto... —Alba estaba demasiado extrañada a causa de las interacciones tan inusuales de estás 'amigas'.
—No te preocupes, Alba, son así siempre —intentó ayudar Camila.
—Sí, siéntate, no tienes que quedarte si no quieres —agregó Lorena.
—¡Cobardeee!
—Ya cállate —le lanzó una pelota antiestres—, cómo venía diciendo, no tienes que quedarte, pero, mi casa es tu casa, sí tú dices que ya no eres así de... violenta como solías ser... estaré feliz de conocerte mejor.
—Sí, cariño, si eso es lo que quieres, ya eres una más —la ánimo Andrea.
—Pero cuídate, ehh, estas a demás de cobardes, son rencorosas.
—¡Que te calles, dije!

La tarde fue muy amena, las chicas no tuvieron ningún problema con la tarea, pues tanto Lorena como Alba eran de las mejores alumnas de la clase.

Una Historia ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora