15. ¡A estudiar! bueno, aún no

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El sábado por la mañana no quería levantarse de la cama, pues sería otra semana en la que no iba a la piscina. Lo que más ocupaba su mente era "¡estúpida muñeca!".
Abrió las cortinas y la ventana para que la luz del sol le diera energías para levantarse, obviamente le dió muy fuerte el cambio de iluminación.
Se levantó y al hacerlo, tropezó.

—Querida, ¿estás bien? —no obtuvo respuesta—, Irene estará de nuevo en la ciudad... Por si quieres verla —comentó Emma, terminando de comer su desayuno.
—Estaré ocupada esta semana, ya casi son los exámenes, avó —respondió, siguiendo con la comida propia.
—Tu hermano también —agregó cuando la menor, que se sobresaltó al escucharla, iba subiendo devuelta a su habitación.

Laura Emma se quedó en la mesa, mirando su teléfono, hasta que sonó el timbre.

—¿Quién será? —dijo viendo el reloj—, ¿¡cuánto tiempo estuve en el teléfono!? Oh, bueno, no importa.

Abrió la puerta, encontrándose cara a cara con un joven de ojos cafés.

—Buenos días, señora... Eh, disculpe ¿quién es usted?
—Así que tocas en la casa de una anciana y no sabes quién es, ¿estás bien de la cabeza, menino?
—Emm, sí... señora, es solo qué...
—¿"Solo qué"?...
—¡Ah! Este... —tragó saliva— esta es la casa de Alba, ¿no?
—No, la casa es mía. Pero sí, mi nieta vive acá —contestó burlonamente la mujer.
—Bueno, Alba me pidió algunas notas, porque tiene que adelantar algunas cosas y...
—Ah, claro, así que tú eres el que la llevó al hospital, gracias, Hugo —lo interrumpió la vieja.
—Eh... Sí, emm, no fue nada.
—Bueno, pasá, pasá, ella está en su habitación, sube las escaleras y, no te preocupes, sabrás cuál es.

En lo que Hugo entraba y subía, Laura cerró la puerta y se acomodó en el sofá.
Cuando llegó a la segunda planta, miró todo en segundos, tal y como le había asegurado Laura, supo de inmediato cuál era la puerta de Alba, pues tenía colgado un cartel de no entrar debajo de uno con su nombre. Antes de tocar, se fijó en los carteles de las otras puertas, "Irene & Liam" y "Dante & Carina".
Cómo no recibió respuesta, le preguntó a la señora que le había abierto.

—Mi nombre es "Laura", no "señora". No te preocupes cariño, vuelves a tocar y si no responde, entras de todos modos. Eso hago yo —le dijo sin despegar la vista de su teléfono.

Volvió arriba, y tocó, esta vez sí escuchó algo, pero solo era música a alto volumen, esperó diez segundos, y aún dudando, entró.
Registró toda la estancia como acto reflejo. A pesar de lo pesada que era la vista, parecía que todo estaba en perfecto orden, había más de una estantería, con libros de todos los colores y tamaños, decoraciones varias y una de esas camas que tienen debajo el escritorio, el único espejo que había se podía entrever al lado de la puerta del armario, de más allá de esa esquina venía la música, que precisamente en ese instante dejó de sonar.

Hugo descargó su mochila y puso sus cuadernos en el escritorio, ignorando las prendas de su amiga que estaban justo al lado.

Tras esperar un rato más, el silencio fue roto por las bisagras de la puerta, y unos segundos después, por el grito agudo de una joven, totalmente ruborizada, intentando cubrir su desnudez.

—¡¡Alba!! —gritó sobresaltado, y con la sangre fluyendo muy rápidamente por su cuerpo.
—¿¡Qué haces aquí!?,¡fuera! —intentó empujarlo fuera de su habitación, gritandole, y empujándolo.
—Tu abuela me dijo que entrara —gritó intentado cubrirse los ojos, en contra de sus impulsos.
—¡Fuera, fuera, fuera! —gritaba con una voz cada vez más aguda, y un tono rojo cada vez más fuerte en su piel.

Tras azotar la puerta de la habitación, ambos se tiraron al suelo, pues no podían con la vergüenza.

Una Historia ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora