El armario

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Pedro aparcó el coche en el camino de tierra de la casa de Diego. Estaba muy preocupado. No había sabido nada de él en todo el día. Temía que le hubiese pasado lo mismo que al resto de sus amigos. ¿Y si Marta había acabado también con su vida? La policía había encontrado el cuchillo con el que está había asesinado a Ismael. Al parecer, Marta no había podido superar que Pedro la abandonase, y mucho menos por otro hombre. El la había llevado a odiar a los homosexuales, hasta el punto de ser capaz de matar a sus mejores amigos por el simple hecho de ser gays. La venganza había terminado con el asesinato de Ismael, el hombre que le había arrebatado a Pedro. Todo tenía sentido. Después había decidido suicidarse.

Pedro esperaba que al menos su amigo Diego estuviera a salvo. Se bajó del coche y caminó a paso ligero hasta la entrada de la casa. Llamó al timbre, pero no obtuvo respuesta. Golpeó la puerta con los nudillos y obtuvo el mismo resultado. Pedro se temía lo peor. Rodeó la casa y se dirigió a la puerta de atrás, con la esperanza de que estuviera abierta. Pero no tuvo esa suerte. Estaba cerrada. Entonces recordó que una vez Diego se había dejado las llaves dentro de la casa y no podía entrar en ella. Este le mostró que la puerta de atrás tenía un pequeño truco. Dándole un golpe seco justo en la cerradura, está se abría debido al impacto. Pedro repitió lo que su amigo le había enseñado aquel día y la cerradura se abrió al instante. Pasó al interior de la vivienda y cerró la puerta tras de sí.

-¡Diego!- gritó. No obtuvo respuesta. Caminó hasta el salón. Parecía que allí no había nadie. Decidió subir al dormitorio. Tenía la esperanza de que su amigo estuviera durmiendo plácidamente y completamente a salvo en su habitación. Pero no fue así. La cama estaba vacía y perfectamente hecha. Se disponía a salir del cuarto cuando vio algo por el rabillo del ojo que le llamó la atención. Dirigió su mirada hacia el armario. Un pequeño charco de sangre se había formado en el suelo. Salía por la rendija de la puerta del armario ropero. La sangre estaba seca. El corazón de Pedro comenzó a latir a toda velocidad. Caminó hasta el armario y agarró el pomo de la puerta, aterrorizado por lo que temía encontrar en su interior.

Continuará...

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