𝟐. 𝐄𝐥 𝐂𝐚𝐥𝐥𝐞𝐣𝐨𝐧 𝐃𝐢𝐚𝐠𝐨𝐧

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No tardé apenas en dejar mi mochila lista junto a mi cama. Tenía tan pocas cosas que en unos minutos ya la tenía lista. Luego, tocaba decirlo y despedirse. Eso fue lo peor, sobre todo con Annabeth, Luke y Grover. Por eso los dejé los últimos. Primero fue Grover, lo conocía de algo menos tiempo que a Annabeth y Luke, pero eso no lo hacía menos duro. Grover era un gran amigo, aunque no se le veía más que los veranos, pues durante el curso estaba siempre en algún colegio en busca de más mestizos. Luke fue después. Luke era como un hermano mayor para mí, mucho más que Malcolm u otros de mi cabaña. Siempre estuvo ahí para mí, protegiéndome, igual que para Annabeth, lo quería y admiraba muchísimo. Por último, quedaba Annabeth. Despedirme de ella fue lo más duro. Había pasado tanto tiempo con ella como con Luke, pero era diferente, con Annabeth siempre había congeniado más, quizá porque era mucho más cercana a mi edad, ya que solo era un año mayor que yo.

Al día siguiente, desperté temprano. Me vestí rápidamente y cuando los primeros de mis hermanos comenzaban a despertar, yo ya cogía mi mochila y salía de la cabaña. Atravesé el vacío campamento a aquellas horas hasta llegar al árbol de Thalia. Una vez allí, me detuve, solo unos segundos, tocando la corteza del árbol con una mano.

—Hasta el próximo verano... —susurré

Luego, baje al pie de la colina, a la carretera, donde ya estaban Firenze, Quirón y Argos con la furgoneta con la que el tercero nos llevaría a un aeropuerto de Nueva York. La carretera estaba desierta, no pasaba ni un solo coche en aquel momento. Pero, por suerte, si de casualidad pasaba algún coche, los tres estaban ocultos tras la furgoneta. Seguramente la niebla haría su trabajo, pero la precaución nunca estaba mal. La silla de ruedas de Quirón se encontraba allí, pero quien se estaba sentando en ella para ocultar su parte caballo era Firenze. Parecía incómodo. Y a diferencia del día anterior, vestía una camisa en su parte superior humana y llevaba recogido su largo pelo rubio.

—No se como soportas esto —le oí a Firenze comentarle a Quiron.

Me descolgué la mochila para sentarme en el asiento del copiloto dejando la mochila en mis piernas y me até el cinturón. Firenze se subió con la silla a la parte trasera de la furgoneta y tras sujetar la silla para que no se moviera en la parte de atrás, Argos se subió al volante.

El viaje hasta el aeropuerto fue tranquilo, silencioso. Argos nos dejó en la entrada que nos correspondía del mismo y bajamos. El ayudó a bajar a Firenze. A pesar de la niebla, no pude evitar mirar alrededor nerviosa por si alguien notaba algo raro en Argos. Una vez, Firenze estuvo en tierra, Argos se fue. Entramos al aeropuerto. No llevábamos gran equipaje, así que no nos hacía falta facturar y fuimos directamente a la sala de espera, donde aproveché para desayunar en la cafetería del aeropuerto, pues con las prisas no había podido hacerlo.

Mientras esperábamos, Firenze me habló sobre Hogwarts, sobre los terrenos que lo rodeaban sobre todo, no conocía demasiado el interior. También de ese misterioso bosque prohibido y un poco sobre la manada de centauros que allí vivían. Al parecer en general eran mucho menos sociables con los humanos que los centauros que vivían en América. Tampoco podía contrastar aquella información, pues el otro único centauro que conocía era Quirón.

Por fín llamaron para poder embarcar el avión. Firenze no terminaba de acostumbrarse a la silla de ruedas, así que para ir más rápido le ayude y llevé la silla yo hasta la puerta de embarque. Conforme la fila más se acortaba, más nerviosa me ponía. Solo había viajado una vez en avión, cuando aquella familia de acogida se mudó a Estados Unidos, pero era demasiado pequeña entonces y solo recordaba algunas pocas cosas de aquella época, y aquella, era una de las cosas que había decidido olvidar.

El viaje en avión fue... largo. Hubo algunas turbulencias, pero en general fue bastante tranquilo, lo que me alivió bastante, aunque el alivio fue mayor cuando al fin aterrizamos en el aeropuerto de Heathrow. Nos costó un poco, pero finalmente salimos del aeropuerto a las calles de Londres. No pude evitar asombrarme de la ciudad. Yo era de allí, pero la verdad es que no recordaba nada de la ciudad.

HOPE: LA UNIÓN ENTRE DOS MUNDOS. (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora