Víctimas que sucumbieron ante la mujer perfecta

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El inspector se dirigió a la víctima sentada frente a él:

—Necesitaré todos los detalles que recuerde de ella, es sumamente importante.

—¿Quiere saber quién es ella? Ella es... incomparable. Eso, si pudiera describirla en una palabra usaría exactamente esa: incomparable. Caminaba como si sus pies fueran dueños del lugar por donde pisaba, y el suelo se vestía de traje para acoger aquellos bellos pies. Sus piernas invadían la vista de los hombres de sentimientos encontrados, como si fueran obras de arte. Y era su pelo, su aroma y su misma existencia un milagro del cielo, algún descuido de seres superiores que hizo que escapara al mundo mortal.

El inspector lo miraba de forma incrédula. No entendía a lo que se refería con esa descripción, él necesitaba algo más concreto. Tomando un sorbo de café y tratando de que no se le escapara lo que realmente quería decirle al estúpido que estaba frente a él, le indicó:

—Podría ser un poco más específico, le repito que es muy importante que coopere.

—Está bien, ya no hablaré de su impresionante figura que incitaba al pecado, mejor hablaré de su carácter, de su pasado, o, tal vez, de otra parte de su perfección. Ella era superior a lo que cualquier hombre ansía tener, y sí, tal vez su carácter no era el de chica sumisa y necesitada, pero el ser totalmente lo contrario a eso era lo que hacía que yo envidiara a las sábanas que le abrazaban el cuerpo o al espejo que la miraba cada mañana. Era sincera, directa y concisa con lo que quería... o al menos lo fue en lo poco que dijo. Tenía un pasado oscuro, tan oscuro como su pelo, que no la dejaba dormir en las noches. Su pasado era triste, un padre que la tocaba en lugares prohibidos, una madre silenciosa y casi ausente que nunca la protegió de los depredadores borrachos que entraban en casa, y de un hermano que la defendió hasta que terminó en el jardín... a dos metros bajo tierra. Ella entendía que los hombres son maquinarias complicadas, pero fáciles de caer en la barbarie, únicamente hechos para complacerse a sí mismos, eso aprendió de su pasado y por lo tanto ella los usaba a su antojo. Lo poco que estuve con ella me fue suficiente para entenderla, e incluso amarla.

—¿Sabes a dónde pudo haber ido?

—Claro, debe estar en un bar con otro afortunado, como muchos antes y después de mí, usando la cordura de los hombres como cenicero. Siendo tan despiadada y cruel como adictiva y terriblemente sensual. Su mirada de azufre y esa manía de siempre morderse el labio inferior. —La víctima hizo una pausa—. Inspector, usted debe saber que ella no es mala, ha sufrido demasiado y su cama está llena de pesadillas, pero... como me gustó dormir allí. Y lo volvería a hacer, aún sabiendo que mi vida está en riesgo. Sé que sus acciones, por lo que ha contado, no la respaldan, ¿pero acaso es culpa de ella ser la personificación de la debilidad de cualquier hombre? o ¿acaso tiene la culpa de su pasado? Ella tenía una mente abierta, te escuchaba sin juzgarte y se ganaba tu confianza con una sola sonrisa, de esas que a veces se le escapaban de aquellos labios, era salvaje, y estoy seguro que los que intentaron domarla terminaron bastante mal.

—¿Cómo es que está tan seguro de eso?

—Porque ella era así, de las que tienen fama de cumplir cuando amenazan, quería castigar hombres, no por nacer hombres, sino por convertirse en animales. La cama de aquel motel se llenó de gruñidos, mordidas y arañazos, ella era insaciable, pero estoy seguro que muy pocos vieron por debajo de aquel caparazón que escondía su corazón, duro como el hielo, pero que hace años venía necesitando una primavera, un descanso, tal vez fue eso lo que la hizo huir de mí. Y tengo envidia de los anteriores, los cuales se llenaron de ella hasta el cansancio, hasta la muerte... No deseo hablar de ella como si pusiera las putas estrellas en el cielo, también tenía defectos, hermosos defectos.

—¿Cómo cuales?

—Tenía marcas casi imperceptibles de unos tiempos lejanos, pero muy duros, a veces la mirada se le perdía, como si se protegiera en un mundo completamente paralelo a este. Era meticulosa, tal vez demasiado, con las cosas que le importaban como su ropa o la personalidad que quería que todos vieran y que se esforzó tanto en armar, pero no podía engañarme, quiero pensar que fui una excepción y que le di un giro a su visión del hombre, aunque fuera minúsculo. Aunque era una mujer que emanaba seguridad, se notaba por momentos inconforme con lo que era, con lo que hacía e incluso con lo que creía, pero a eso le respaldaba una actitud imparable capaz de derrumbar murallas y de destronar reyes. Sé, por lo poco que hablamos y rozamos pieles en una noche, que admiraba el vuelo de los pájaros aunque ella era incapaz de tener alas, que tenía la capacidad de convertir a príncipes en bestias y que por sobre todo, ella no necesitaba consejos ni ayuda, porque estaba segura de que nadie había sufrido lo que ella, y los que no la comprendieran y aceptaran merecían morir embriagados de ella.

El inspector se ajustó su corbata azul mientras se levantaba de la silla, resignado.

«Pobre imbécil, pero cómo culparlo, su cabeza ha sido revuelta por una profesional»

Salió de aquel cuarto irritado, estaba perdiendo el tiempo con datos que él no necesitaba y estaba consciente que no le sacaría nada a aquel desdichado. Pero debía de admitir lo mucho que pudo descifrarla en solo un día, tal vez eso fue lo que le salvó la vida.

Una vez afuera se fumó un cigarrillo y dejó que le fluyeran las ideas. Buscaba a una asesina serial experimentada, en tres años había matado a 13 hombres, todos de la misma complexión y parecido. Para colmo, al único al que había dejado vivo, hablaba de ella como si fuera una diosa. Pero si había que ser como él para liberarse de la muerte, entonces, muchos hombres serían asesinados, el inspector estaba consciente de lo meticulosa que era, pues ni un error había dejado atrás.

Aunque las palabras de la víctima fueran tediosas y sin sentido alguno, dejaban algo muy en claro: ella estaba perfectamente rota y por esto era sumamente peligrosa.

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