Un sueño de gigantes proporciones

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Dicen que es raro enamorarse a primera vista, pero no pude evitar que mi pecho saltara cuando le vi a lo lejos aquel día. Le vi caminando por toda la acera con sus raros movimientos, su espalda jorobada y su rostro demostrando un cansancio extremo.

 Salía de mi edificio y no tenía ni idea de que alguien así trabajara para mí. Nunca entrevistaba a mis empleados directamente, a pesar de que todos y cada uno de ellos fueran mi gallina de los huevos de oro, los que mantenían a flote esta gran empresa especializada sobre todo en legumbres de todos tipos.

Nuestros frijoles eran codiciados hasta en los rincones más recónditos del planeta. Mi objetivo no es realizar una disertación sobre lo que cosechamos y vendemos, pero hace falta recalcar que algunas de nuestras semillas —las más extrañas y por ende las más caras— han contribuido incluso a la construcción de la ciudad. Pero mejor volvamos a lo importante.
 
 Su nombre pude averiguarlo en la oficina de Recursos Humanos, pero bueno en cualquier otro lado hubiese sido posible, al fin y al cabo la FiFaFoFumFrijolesMágicos S.A. era completamente mía. Jack se llamaba. ¡Qué hermoso nombre!, fue lo primero que pude pensar. Solo de escucharlo ya se revolvían las mariposas en mi enorme estómago. Lo segundo que pasó por mi mente fueron las preguntas a las que aún no he podido encontrarle respuesta.

¿Cómo podría conquistarle? ¿Cuál sería su reacción al enterarse de que su jefe, con el que ni siquiera había compartido una palabra, estaba profundamente enamorado de él? ¿Me aceptaría a pesar de haber sido tan tiránico con mis empleados a lo largo de los años?
 Me planteé todos los obstáculos que podrían interponerse en el camino. Pensé en mi esposa, pero su imagen duró poco en mi mente. A la muy ambiciosa le daba igual mientras le mantuviese sus hábitos extravagantes. Mis hijos tampoco serían una valla muy grande a saltar. En conclusión, la familia Gigante no era lo que podemos considerar como unida, así que solo me quedaba comenzar con el plan de conquista.
 
 Lo primero que hice fue ascenderlo, mientras más cerca estuviésemos en la cadena de puestos más posibilidades teníamos de relacionarnos. Cuando le llamé a mi despacho para darle la noticia y conocernos en persona estaba tan nervioso y feliz que no cabía en mí. Él por su parte también, le estaba dando una gran oportunidad para prosperar en este mundo tan cruel que es el de las legumbres, sin embargo pude ver como su cara mostraba que se sentía un poco intimidado por mí, lo cual supuse que era normal. Para aligerar un poco el ambiente le dije que por favor me tuteara y me llamara Gog, como harían mis amigos si tuviese alguno.

¡Oh! ¡Escuchar mi nombre salir de sus oscuros labios era como recibir múltiples besos de ángeles en la nuca! Nunca había amado tanto ese nombre horrendo que me habían puesto mis padres, que en paz descansen.
 
 Los días pasaban y mi felicidad se mantenía. Llegaba a la oficina sonriente y me iba con un gran dolor en el pecho. Dos o tres veces pensé que estaba sufriendo un infarto, pero si así era no me importaba lo más mínimo. Mi cabeza estaba llena las 24 horas del día por imágenes de mi amado Jack.

 Mes tras mes me conformé con solo mirarle mientras hacía su trabajo. Había instalado una cámara junto a su escritorio y pasaba horas observándole desde mi monitor. Sin embargo, en determinado momento sentí que no era suficiente. Necesitaba urgentemente que él se sintiera de la misma forma que yo, poder disfrutar de este enamoramiento tan hermoso y ser correspondido.

 Empecé a hacerle regalos diariamente. A veces material de oficina —no funcionó, pude ver en su carita redonda y blancuzca que no era suficiente— y hasta llegué a regalarle uno de mis autos; el Chevy Impala que mantenía con tanto amor.

 Poco a poco fui descubriendo más cosas sobre la vida de Jack. Vivía con su tío a las afueras de la ciudad y me encargué de mejorar su modo de vida. Les compré un apartamento muy cerca de la empresa, de esos que fueron hechos con los frijoles mágicos para construir. Aún así sentía que no se enamoraba de mí. Podía ver como todavía sentía un temor inexplicable hacia mi persona y no sabía qué más hacer.

 Aparte de regalarle tantas cosas también le quitaba un montón de trabajo de encima, le subía el sueldo constantemente, le dejaba post–its con mensajes de ánimo y corazoncitos pequeños en las esquinas. Me sentía como una colegiala y para un hombre de mi edad esto no era lo más normal, pero me hacía tanto bien estar enamorado y al mismo tiempo me causaba un sufrimiento tan grande ver como no lograba nada, que decidí recurrir a la última opción.
 
 Más allá de la planta baja del edificio de FiFaFoFumFrijolesMágicos S.A. se encontraba el sótano y justo debajo el laboratorio altamente secreto donde se lograba otorgarle la “magia” a nuestras legumbres. Como había explicado anteriormente nuestros frijoles y judías tenían infinitos usos y estaban guardados en cajas fuertes con cartulinas de colores en las que ponía el nombre de cada tipo.
 Me dirigí directamente a la que poseía la cartulina rosa en la que se leía en letras redondas y bien trazadas las palabras: “¡LEGUMBRES MÁGICAS 2543, CÓMELAS Y EL AMOR CRECERÁ DENTRO DE TI!”. Puse el código en aquel pedazo de metal y se abrió automáticamente, dejando ver un bote lleno de frijoles pequeñitos e igualmente rosados. Agarré dos o tres y los guardé en el bolsillo de mi blazer.
 
 Subí a mi planta apresurado, sintiéndome como un ladrón en mi propia casa y luego de darle a mi secretaria la orden de cancelar todas las citas de la tarde me encerré en mi oficina para calmarme y meditar. Necesitaba una excusa para que Jack se comiera el objeto de mi robo. Una idea se formó en mi mente y enseguida me dirigí a su mesa a invitarle a cenar esa noche por motivos de trabajo, obviamente.

Lo llevé a un restaurante que quedaba bastante cerca y en el que nunca me cobraban porque el 96% de los platos que se servían estaban compuestos de mis legumbres. Apenas pude comer de lo ansioso que me encontraba, mi mano siempre en el bolsillo izquierdo esperando a la oportunidad, que se dio cuando Jack tuvo que ir al baño. Las saqué a la luz y las observé por varios segundos en los que no me decidía a hacerlo. ¿Realmente iba a jugar así de sucio? La culpabilidad me mataría y estaría todo el tiempo pensando en que en realidad Jack no me amaba.

 Se asomó a la salida del baño y mi pulso se aceleró. No podía hacer eso y sin mucho tiempo para pensar llevé los frijoles a mi boca y estos se deslizaron por mi garganta. Total, sería imposible enamorarse más.

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