Una historia sin maquillaje

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Desde 1950 han sido engañados, setenta y un años han pasado desde que se publicó la historia de mi vida, muy mal contada por cierto, entiendo que en aquel entonces el cine no tenía un buen par de alas para expresarse, y que su miedo a la censura le hubo empujado a alterar la realidad. Por eso es que les estoy contando esto, porque quiero que conozcan la verdadera historia, no la que Disney maquilla con tacones de cristal, castillos reales, bailes de salón, príncipes azules y calabazas que se convierten en hermosos carruajes, bueno por eso y porque llevo demasiados años reclamando los derechos de autor y no he visto ni un solo dólar en mi bolsillo, sin más dilación paso a contarles mi versión de la historia: La Cenicienta 2.0. Nací en Las Vegas ya saben, la ciudad del pecado, no les diré la fecha porque es de mala educación revelar la edad, mi infancia y adolescencia no fueron como ustedes se imaginan, sino todo lo contrario, yo no trabajaba para mi malvada madrastra ni mucho menos para mis hermanastras, ellas trabajaban para mí, mientras escuchaba la genuina voz de Elvis Presley en mi habitación, ellas limpiaban la suciedad acumulada en el suelo, mientras me sumergía en el erótico y perverso mundo del Marqués de Sade, ellas preparaban la cena, mientras mis cerebro intentaba no embriagarse por el exceso de alcohol, mis sirvientas lavaban y planchaban mi ropa negra, ajustada y con varios dibujos un tanto peculiares, calaveras con sangre y algún que otro hombre con cabeza de cabra y un anticristo tatuado en el pecho, eso sí, mis manos eran las responsables de esas obras de arte, ya que en esa época vestir así era mal visto, prácticamente un pecado. Tenía buenas amigas en el colegio, de hecho eran las mejores, Blancanieves, Aurora y Cruella de Vil, éramos el cuarteto perfecto, teníamos nuestros propios apodos: Blanca era la enamoradiza, la que con tan solo un par de miradas y frasecitas clichés sobre el amor verdadero ya quería casarse, Auro era la pacífica, amante de la naturaleza y la paz interior, Crud tenía una fuerte pasión con los animales, sobre todo con los perros y pues yo no podía faltar, la rockera, la rebelde y el pegamento que nos mantenía a todas unidas.

Gozábamos de mucha popularidad, sobre todo en el sector masculino, aunque a decir verdad Blanca era la que más pretendientes tenía, es que con esa piel color nieve, esos hermosos y grandes ojos marrones y esa oscura y brillante cabellera era capaz de hechizar a cualquiera, siete… eran siete chicos los que estaban hechizados con su belleza. Todo era perfecto hasta que una mala decisión o más bien una mala receta de cocina lo cambió todo, se acercaba el cumpleaños número quince de Auro, estábamos ansiosas por la llegada del gran día, todas le habíamos comprado un regalo a nuestra amiga, excepto Blanca, ella le iba a obsequiar su pastel de cumpleaños, pero no un pastel común y corriente, sino uno elaborado por ella misma, sabía que Auro era una apasionada de la naturaleza y la ecología por eso decidió hacer una deliciosa tarta de manzana sin glúten, ese mismo día fui a su casa para apreciar el resultado de su obra maestra y la verdad me quedé impactada, era preciosa y sobre todo muy apetecible, le pregunté cómo la había preparado y lo que me dejó con el ojo cuadrado fue la cantidad de manzanas que utilizó, ciento veinte manzanas para seis pisos, me pareció muy exagerado, pero cuando lo probé alejé ese pensamiento de mi mente, era tener el paraíso alojado en la garganta, era fresca, dulce y suculenta, solo probé un trozo de la tarta, Blanca en cinco minutos ya estaba por el segundo piso, me dijo que no me preocupara que esa era la prueba piloto, el día antes del cumple iba a preparar otra así o mejor. Ocho horas más tarde se apareció la mamá de Blanca en la vieja puerta de mi casa, estaba llorando y transmitía ondas de tristeza en su voz, me dijo que su hija se encontraba mal, la encontró en su cuarto dormida y no era capaz de despertarla, de camino al hospital le pregunté si le había sucedido algo anteriormente y me dijo que todo había estado como de costumbre. Al llegar a la sala de urgencias el doctor la examinó, estaba horrorizado, había encontrado una altísima concentración de cianuro en su estómago, le preguntó a María si su hija había consumido por error esta sustancia, la madre le dijo que no, que lo único que había comido en todo el día era una tarta de manzanas, el galeno agachó la cabeza con aire de preocupación, no era necesario preguntarle nada más, solo con ver el estado en el que se encontraba la joven sabía que había ingerido más de cuatrocientas semillas de esa fruta. Estaba desesperada, me reuní con las demás y les conté brevemente lo que había pasado, bueno todas menos Crud, me contaron que había ido a un centro de ayuda canino, era una especie de refugio para perritos abandonados, nos dirigimos rápidamente hacia aquel lugar, los pies se nos pararon en seco cuando vimos a Crud tirada en el piso, con la mano abarrotada en sangre y sus gritos protagonizando aquel local, no podía creer lo que estaba pasando, con mucha dificultad llevamos a nuestra amiga al mismo hospital donde se encontraba Blanca, dos dedos habían desaparecido de la mano derecha de Crud, los especialistas la atendieron enseguida y nos informaron que el animal que había clavado sus dientes en su piel tenía la rabia. Los hilos de mi garganta hicieron un complejo nudo, mi boca era incapaz de articular una letra, nos pasamos el día fastidiando a las limpiadoras del hospital que tenían que fregar las lágrimas que llovían de nuestros ojos hacia aquel suelo tan impoluto, de las tres creo que la que peor se encontraba era Auro, demasiados problemas rondando en su cabeza y el sentimiento de culpabilidad hacia Blanca, ya que pensó que si no hubiese hecho aquella tarta no hubiese ocurrido aquella tragedia, su fiesta de quince, el problema que le causaba su homosexualidad, sobre todo en aquella época, upss disculpen, se me olvidó contarles ese pequeño detalle, pues sí, Auro era homosexual, pero nosotras siempre la apoyamos, a diferencia de sus padres que hacían lo posible y lo imposible para que su hija "cambiara de acera" como ellos decían, incluso la llegaron a internar en varias ocasiones, y si ya tenía suficientes problemas con todo esto, lo peor de todo es que estaba enamorada de mí, recuerdo que me lo confesó el mismo día que nos reveló su orientación sexual, aún recuerdo esas palabras: "Chicas no es tan raro, mientras ustedes babean al ver los turgentes abdominales y los musculosos brazos de los hombres, yo prefiero contemplar el movimiento de las caderas de una chica al caminar". Hasta ahí todo bien, lo incómodo es que los andares por los que mi amiga babeaba eran los míos, aunque siempre fue muy respetuosa, sabía que yo no rechazaba al sexo masculino y por eso decidimos continuar nuestra amistad y olvidar toda aquella locura. A la mañana siguiente fuimos al instituto, en ese momento el ambiente destilaba una gran dosis de tristeza y desesperación, estábamos muy deprimidas y aunque intentábamos aparentar estar bien, nuestro rostro nos delataba. Al salir de clases me encontré con Dylan, era tan hermoso, alto, miel cabellera, ojos color marino y dos preciosos y carnosos pétalos debajo de su nariz, era el príncipe de mis sueños, pero jamás se interesó en mí, prefería estar con las chicas de minifalda con grandes posaderas que usaban para aprobar el curso, por eso cuando me invitó a salir un gran grito silencioso y eufórico salió de mis labios, estaba más que contenta, después de tanto tiempo por fin iba a tener una cita con aquella escultura griega. Quedamos ese mismo día cerca de centro comercial, yo estaba súper nerviosa, mis amigas me ayudaron a elegir la ropa, era perfecta, no era la típica "estoy loca por meterte mano", pero tampoco era "soy una monja recién salida del convento". Cincuenta minutos y mi dios griego aún no había aparecido, setenta minutos y a mi lado estaba la soledad burlándose del plantón que me habían dado, malgasté diez minutos de mi vida llorando por aquel imbécil, mientras caminaba por una de las tiendas del centro mis ojos quedaron enamorados de unos hermosos zapatos azules, eran los tacones más elegantes que mis retinas habían apreciado, un ligero roce en el hombro izquierdo me hizo despertar del estado de hipnosis en el que me encontraba, era Erick,bajito, con gafas, vamos el típico nerd de la clase, sus mejores amigos eran Don Matemática y la Señora Biología, sabía que yo le gustaba, pero nunca le había prestado atención, ya que mi corazón apuntaba hacia otra dirección. Estuvimos hablando hasta llegar a la puerta de mi casa, tuvo la amabilidad de acompañarme y la verdad me sentí muy a gusto con él, no se debe juzgar a un libro por su portada, y con un tierno e inocente beso en las mejillas nos despedimos. Al día siguiente fui a casa de Auro para contarle todo lo que había sucedido el día anterior, el ridículo más grande de mi vida y quizás una pequeña premisa sobre una futura relación, al llegar a su habitación me encontré  una enorme masa de carne en el suelo abrazando un pequeño bote de somníferos, lo primero que pensé era que todo era un maldito sueño, pero un doloroso golpe en el meñique de mi pie derecho desechó esa teoría, no lo podía creer, Blanca, Crud y ahora Auro, era una maldición, llamé al papá de Auro ya que su mamá, Verónica, no estaba en la casa. Aquel hospital era un cementerio pero de personas vivas, le pudieron hacer un lavado de estómago donde expulsó las píldoras que había consumido, pero para nuestra desgracia entró en coma, nuestras amigas se habían recuperado gracias a dios, mejor dicho, gracias a los médicos, a Crud le tuvieron que amputar la mano infectada, a Blanca le mandaron una dieta estricta porque las semillas de la muerte le habían causado una importante secuela en su estómago, pero nuestra Auro aún continuaba dormida, sus ojos no habían presenciado la luz del sol hacía ya tres semanas, intentamos de todo, sus familiares le hablaban todos los días y nosotras le contábamos nuestros viejos recuerdos con la esperanza de que despertara de ese profundo sueño.

Nuestra fe se iba agotando con el pasar de los días, el movimiento había dejado de existir en el cuerpo de nuestra amiga, pero me llené de valor y cuatro labios formaron uno solo, mi primer beso, y fue con una mujer, y no cualquier mujer, sino una de mis mejores amigas, todas las demás me miraron asombradas, se notaba que sus mentes habían sido conquistadas por la confusión, pero nuestros rostros se iluminaron de felicidad cuando vimos a Auro con esos dos luceros que tiene por ojos alumbrando la habitación, saltamos, lloramos, reímos, todo nos parecía poco, nuestros corazones volvían a palpitar con tranquilidad de nuevo. Pasaron varios meses, las chicas estábamos sanas y salvas, la fiesta de fin de curso había llegado, faltaban cinco horas y aún no sabía qué vestido usar y para colmo mi armario se negaba a colaborar, pero llegaron mis hadas madrinas y con sus closets mágicos pudieron prestarme un hermoso vestido azul, todas desprendíamos sensualidad y belleza, estábamos listas para arrasar en la pista, pero mis zapatos, pues se me habían olvidado y en ese instante tocaron la puerta, mis ojos se abrieron como dos grandes lupas cuando vi a Erick con un una delicada caja de cristal frente a mí, me dijo que era un pequeño regalo, y cuando la abrió no me lo podía creer, los mismos zapatos del centro, los que que me enamoraron el día en que los vi por primera vez, se agachó y con mucho cuidado mis pies entraron en aquellas pequeñas jaulas de la felicidad y antes de que pudiera agradecerle me dijo:

—No me tienes que decir nada bombón, el agradecimiento te lo cobro a media noche después del baile.

Y pues ya saben la verdad, la verdad del por qué Aurora es la bella durmiente, del por qué Cruela de Vil odia a los perros, del por qué Blancanieves es envenenada por una fruta y por qué yo, Cenicienta, me escapé a media noche del baile. Esta es la verdadera historia, una historia sin maquillaje.

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