Sinceramente yo

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Emociones. ¿Realmente lo he sentido? Honestamente, para mí, pocas veces me han invadido. Incluso en estos momentos en que me encuentro en medio de tan ansiado clímax, no sé cómo debería sentirme. Mientras cabalgo a este completo desconocido, pienso en las miles de veces que hecho esto, en las miles de veces que estoy como ahora, sin sentir absolutamente nada, solo una pizca de diversión. Cuando sabes los miedos y deseos de la gente al tocarla, te insensibilizas un poco de todo. Por ejemplo, este chico del cual no me acuerdo ni su nombre, su mayor miedo es morir ahogado, cuanta más fricción, más padezco de su miedo, más tiempo lo vivo, más adrenalina entra a mi cuerpo y con más velocidad llega a mí la lujuria. Su mayor deseo es ser futbolista. Lástima. Pronto cambiará para otro más realista. Sin embargo, me adentro en la euforia de poder lograrlo y llego a mi límite detonando en un orgasmo placentero, pero no total. Puff, supongo que siempre será así.

—¡Kamila! —Despierto de mi letargo, mirando cómo dos personas realmentes insufribles sentadas frente a mí en una mesa me observan acusadoras.

—No estabas oyendo nada de lo que dije  ¿verdad? —Melani, alias el bicho, mi mejor amiga y en muchas ocasiones mi grano en el culo.

—Lo siento, pero sabes que cuando te adentras en Yabolandia desconecto completamente. —Esto es un dato curioso de mí, cuando me vean mirando fijamente a una persona como si la estuviera atendiendo, créanme, no lo hago, de hecho probablemente esté en otro lugar del universo.

—Es que Yabolandia cansa un poco Melani—. Sabrina, alias mi esposa, mi mejor amiga también (digo esto porque si digo la otra se pone celosa), puedo decir que es mi conciencia contratada, pero es una gran chica.

—Pero prosigue, me encanta añadir páginas a mi novela "Crónicas de un novio abandonado". —Esta bufa molesta por mi broma hacia su novio tóxico.
Tóxico.

—¿Cuál es la última entrada? —me pregunta Sabrina tratando de contener la risa.

—Querido diario —narro con voz absurda— creo que Melani me engaña, hoy he entrado a su teléfono y he revisado su chat de whatsApp, qué de hombres tiene sin yo conocerlos. A todos los he dejado con una advertencia para que no se le acerquen, así reduzco posibilidades. Son las 10 de la mañana y aún no se ha despertado a saludarme, no me quiere. Creo que prepararé la cuchilla para suicidarme. Saludos, el yabo abandonado .

Al terminar tengo a una Sabrina desconjonándose de la risa y a una Melani tratando de estar molesta, pero no le sale.

—Sabes que no le gusta que hagas eso—. Su boca trata de mantenerse seria, pero su diente roto lucha por salir a sonreír.

—A mí él no me gusta, pero qué le puedo hacer, nadie obtiene lo que quiere.

Su novio es tóxico, patético, ridículo, dramático. Dramático. Pero solo lo aguanta porque su mayor miedo es que nadie la quiera, aunque ella perjure que son las lagartijas, y su mayor deseo es tener a alguien a su lado que la quiera como es, y piensa que es el Yabo, ya les aclaro que de por sí no la quiere. Simple, pero a la misma vez triste. Es increíble lo que puede hacer un complejo de inferioridad a las personas que más tu quieres y es increíble cómo no puedo entenderlo y ni arreglarlo.

—Kami no empecemos. —Y aquí llega santa Sabrina, quien siempre pone paz entre nosotras aunque yo siempre busco guerra. Su mayor miedo es no ser suficiente. Otra con complejo de inferioridad, otra a la que no puedo entender. Su mayor deseo es ser reconocida. A pesar de todo mis amigas son seres simples, pero sinceros. Frustración, es la emoción que me viene cuando estoy con ellas, porque a pesar de que lo entiendo todo no tengo manera de proceder, no tengo manera de saber consolarlas, solo soy una cosa incómoda en medio de las dos sin ninguna ultilidad.

Cuentos para unos cuantos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora