El don de matar

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Desde pequeña tuve el don de matar. Nací con él, la verdad no se qué hubiera sido de mí de no haber sido así. Con tan solo 4 años amarré al gato de mi vecina por el cuello a la defensa de su auto, tenías que haber visto cómo ese gato fue arrastrado por el pavimento al poner el coche en marcha e iba despellejándose por la fricción y manchando el suelo con su sangre. Lo mejor de todo fue que no dejé rastro y nunca supieron que fui yo. ¿Cómo poder sospechar de mí? Una niña de tan solo 4 años, con unos ojos de un azul marino tan intenso que pudieras bañarte en ellos y unos perfectos rizos dorados que siempre llevaba bien peinados, era como las clásicas princesas de Disney o como una de esas míseras muñecas comerciables (Barbie) que tanto le gustan a las niñas.
Fui creciendo, y mientras lo hacía el número de mascotas de mi barrio fue disminuyendo, algunas las estrangulé con mis propias manos, a otras las ahogué en la piscina de mi antigua casa, a otros simplemente los envenené, los que más disfruté fue cuando los dos labradores del tedioso viejo de la esquina murieron por una hemorragia intestinal después que se atiborraran con su comida ligada con virutas de vidrio, me encantó ver sus culos sangrar hasta morir.
Comencé a practicar artes marciales debido a que mi padre decía que era necesario que aprendiera a defenderme, que en la vida habían muchos hombres malos que le hacen atrocidades a las mujeres, por eso pagaba mis clases y, sin saberlo, estaba creando a una verdadera máquina de matar...
Nunca antes había probado con humanos, sí, es cierto, una vez cuando tenía un promedio de diez años dejé inconsciente a Bruno Namanza, trató de abusar en la clase de kárate con Julián Shot, joder le sacaba fácilmente una cabeza de alto y era el doble de ancho. Me dio tanta ira que hizo que se desatara en mí mi don. Me tomó menos de un segundo estrellarlo contra el suelo, otro en hacerle una llave dejándolo en el suelo boca abajo, con el brazo derecho extendido hacia arriba y su muñeca y dedos jorobados hasta casi reventar en una posición algo insólita para la articulación y mi pie colocado en su cuello asfixiándolo, cortándole la circulación de oxígeno al cerebro. Al inicio intentó zafarse, pero pasé todo mi peso hacia la pierna que estaba apoyada en su esternocleidomastoideo y aceleré el proceso de asfixia. Para cuando los demás tomaron consciencia de lo que ocurría y fueron a separarnos, ya el muchacho estaba tomando una tonalidad violácea en el rostro y yo lo miraba sin ningún tipo de contemplaciones. Cuando lograron separarme de él, se encontraba inconsciente, pero vivo.
Luego de ese suceso no volví a meterme en rollos hasta mis 18 años, cuando cumplí esa edad mi padre había fallecido hacía ya 3 años y mi madre como era lógico se había abierto paso en la vida y había encontrado un nuevo amor, un ser despreciable y asqueroso que tan solo de pensar en él me dan deseos de revivirlo y volverlo a matar. Tom Cruise se llamaba, desde el primer día que lo vi noté como me devoró con la vista, no le di importancia, todos los hombres lo hacía, y no es para menos, ya no era una pequeña niña, ya tenía un cuerpo bien formado, un pelo rubio tan lacio que parecía chino, me llegaba a la cintura en aquella época, mis pechos que ahora están caídos en aquel entonces eran esbeltos y de buen volumen, un tanto exagerados diría yo para mi cuerpo que era en general de línea delgada y bueno mis muslos y mi trasero eran los de una deportista, por mis clases de kárate siempre he hecho ejercicio y he estado en buena forma. Lo cierto es que aquel hombre en una ocasión entró sin mi permiso a mi cuarto cuando él suponía que yo dormía, se llevó un susto tremendo al verme despierta en bata de casa, aunque su cara al ver mis pechos marcados con mis pezones rebeldes fue realmente asquerosa. Nunca le creí el cuento de que se había equivocado de cuarto y estuve en lo cierto, dos meses más tarde estábamos solos en la casa e intentó violarme en la cocina, pero me resistí, luché contra sus mugrosas manos y terminé por encajarle un cuchillo en el cuello, bañándome de su sangre al caer encima de mí. Fui inteligente. Comencé a dar gritos como toda una desquiciada y enseguida llegaron par de vecinos, los cuales quedaron atónicos con la escena. Me llevaron a juicio por tal suceso, pero salí absuelta de la justicia debido a que mi abogado me defendió con uñas y dientes y al final el juez comprendió que había sido en defensa propia.
Pasaron varios días y no podía sacar de mi mente el cuchillo entrando en el cuello de mi padrastro, mi primera víctima, pero no me daba miedo ni me sentía mal por ello, al contrario, me daba placer y me excitaba al imaginar su sangre caliente cayendo sobre mi cuerpo, verlo y sentirlo agonizar me hacía sentirme superior, mi don comenzaba a tener auge.
Mi segunda víctima fue una muchacha de mi instituto, unas de las de mi grupo, la maté sin dejar rastro alguno de mi participación, ella llevaba varios días deprimida por cuenta de que el novio la había dejado, no aguantaba más sus autoreproches, me tenía cansada, así que le envié una carta haciéndome pasar por un muchacho interesado en ella, la cité en la azotea de la institución, con el propósito de conocerla y poder hablarle de mis sentimientos hacia ella. Cuando apareció a la hora fijada se sorprendió al verme en aquel lugar, no le di tiempo a nada, la dejé inconsciente con un paño con alcohol que puse en su nariz y en cuanto perdió el conocimiento la amarré por el cuello con una soga que até por el otro extremo a una tubería vieja y la lancé por el borde del edificio, se sacudió varias veces en el aire hasta morir. Quedó registrada en el informe policial como un suicidio.
Como esa hubieron muchas más, mis víctimas siempre fueron muertes que parecían suicidios, ya se había vuelto un vicio, mi hobby preferido, había nacido para matar, hasta que un día maté por encargo, un tal Stuart me contactó, decía que me había tenido en vigilancia porque le parecía raro que a donde yo fuera muriera siempre alguien, me encargó la muerte de cientos de personas, todo aquel que le estorbaba yo lo mataba, sí, antes de que me lo preguntes, sí me pagaba, pero me daba igual que no lo hiciera, yo disfrutaba con cada muerte que me encargaba. Maté desde políticos importantes hasta niños de meses que heredarían fortunas inimaginables y siempre lo hice sin vacilar, mirando a mis víctimas directo a los ojos. Ya tenía cargos en casi toda Europa y en la mayoría de Estados de los Estados Unidos, también en el Sur de África me buscan las autoridades, pero siempre escapé sin dificultad, era tan escurridiza como un jabón humedecido que por más que quieras sujetarlo se te resbala una y otra vez.
¿Cuál fue la muerte que más disfruté me preguntas?
Pues sin duda la de Stuart, él después que me contrató para sus matanzas intentó conquistarme. No se la puse fácil pero a final caí en sus garras, me enamoré por primera vez, a los 28 años de edad. Éramos un equipo y complementábamos muy bien, en la cama todo era delicioso, él tan pervertido y yo... bueno... yo tan puta que las noches de sexo eran intensas. Él me daba todo lo que quería, y sobre todo cumplía mi mayor placer, el de matar, sí, porque nunca dejó de darme nombres para que pasaran a mejor vida. Pero hace un año más o menos descubrí que me era infiel, con la pobre ramera no pude arreglar cuentas, pero con él me las desquité.
Lo esperé desnuda en la sala de la casa, cuando llegó me tomó en sus brazos, esos brazos que tanto yo anhelaba y deseaba. Al inicio él tomó el control, me puso en posición de perrito y me dio tan duro que mis gritos se escucharon en toda la casa y puedo jurar que se estremecieron los cristales en más de una ocasión. Luego yo le di un tirón hacia el sofá, me le senté encima y lo empecé a cabalgar como tanto le gustaba. Se encontraba embobado, gemíamos a la par, poco a poco fui poniendo mis manos a ambos lados de su cara y sin darle tiempo a nada introduje mis pulgares en sus órbitas oculares, la sangre salió inyectada hacia mis pechos que seguían rebotando por mis movimientos de cadera. Dio un grito estridente que erizó toda mi piel, intentó forcejear, pero comprimí más sus ojos que ya eran algo semejantes a una mantequilla. Su pene seguía medio erecto, yo me había encargado de ello por el vaivén de mi cadera que no cesaba. Entonces dejé de moverme e introduje su miembro en mi boca apreté con tanta fuerza que se lo arranqué a la primera, se encontraba agonizando para entonces, se lo puse en la boca y le susurré al oído el nombre de aquella zorra, Patricia, y entonces él murió. Decidí que mis días de asesina habían terminado, yo misma llamé al 911 y la policía no tardó en llegar.
Según los comentarios que les escuché a los oficiales que asistieron es que nunca habían visto algo similar. Me declaré culpable y me llevaron a una comisaría donde confesé todos mis crímenes. Me llevaron a juicio y el juez me hizo saber que pasaría el resto de mis días tras unos barrotes de hierro y no se equivocaba cuando lo dijo, me dio una condena de tres cadenas perpetuas más cincuenta años de privación de libertad. Ni en 5 vidas salgo de la cárcel yo.
Actualmente me encuentro en Alcatraz, ya han pasado 12 largos meses y bueno mi condena ha aumentado, aquí adentro ahorqué a una reclusa y maté a bandejasos a otras 2 que intentaron humillarme ante todos. Actualmente me encuentro en una celda de máxima seguridad, en la oscuridad total, la única luz que entra en mi humilde recinto es la proveniente de la rejilla por donde me pasan la comida y el de una pequeña escotilla que da al exterior por la que en las tarde se cuelan los últimos rayos del Sol. Estoy aquí esperando a ser olvidada, esperando la muerte que anhelo llegue pronto, pero mientras tanto seguiré entrenando por si algún día salgo a seguir perfeccionando mi don, el de matar.

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