La ira de una reina

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Esa noche había ido a dormir tranquilamente, pensando en la forma de traer las almas de nuevo a su cuerpo, había una estela que habían dejado, pero algo les impedía regresar y eso había hecho que se perdieran. Debía de haber alguna forma de traer el alma de vuelta. 

Tal vez había algo escrito, algo que pudiera descubrir en este templo. Aunque había algo más  que me tenía inquieta, algo que no podía explicar. Pero que tenía que ver con Nahek. Descifrar lo que me hacia sentir era algo que había evitado hacer, pero tenía que enfrentarlo, admitía que era egoísta fingir que no todos mis recuerdos habían vuelto. Aunque unos empezaban a volver. No tenían sentido mis recuerdos, tampoco sabía como parar de recordar. Porque era algo vergonzoso admitir que no me gustaba del todo lo poco que podía ver de mí yo anterior.

Sin embargo estaba tan distraídamente en mí misma, que no vi venir lo que iba a suceder. ¿Cómo iba a saber que en realidad un trono siempre sería deseado, incluso el de los señores de la muerte?

Toda la mañana había estado tratando de de idear cómo traer esas almas de vuelta. Estaba en ello, en el salón central. Sabía que algo podría hacer con las flores de cempasúchil. Tenia breves recuerdos de lo que sucedió cuando traje a la muerte, había luces y esas flores de color intenso. 

Fue entonces cuando sucedió, esa sensación de escuchar a Nahek en mi cabeza, parecía que me hablaba. Mi nombre sonaba como una advertencia. Después se enrareció el aire, hacia frío. La temperatura había bajado súbitamente. Algo estaba por venir. 

Hubo un silencio así que salí a ver qué era lo que ocurría. Todos salieron a ver, no había más que una mujer parada en medio, en el camino principal. Al asomarme y mirarla un viento frío se hizo presente por todas partes, alcanzando a las personas que miraban expectantes. Se escucharon gritos, estaban asustados. La mujer solamente sonrió y camino de manera altiva hacía mí. Era bella, había frialdad en su mirada. Llevaba el pelo rubio hasta los hombros con rizos, y sus ojos eran cafés oscuros, pero su piel blanca correspondía con ese aire frío que emanaba de ella. 

Debajo de sus pies y con cada paso una sección del camino se congelaba. Se acercaba hacia el templo principal donde yo me encontraba, yo bajé las escalinatas a la par que hacía aparecer el traje oscuro y la corona sobre mi cabeza. Esto no estaba bien, sin duda ella era una amenaza. ¿Alguien que conocía a Lilith? Pero... ¿Vendría sola? Citlali estaba fuera, Adam estaba con Nahek. Xilonen no tenía poderes, solo estaba yo.  Y esperaba que Citlalli viniera, si ella se trataba de una diosa no sabría que diosa era ni qué era capaz de hacer. Quizá necesitaba aprenderme el árbol genealógico de los dioses.

Llegué al pie de la escalinata y ella también.

—Así que tú eres la humana que intenta reinar.

—No intento. Soy la dama de los muertos y debes tener cuidado pues estas tierras están bajo mi protección.

—Si bueno. No creo que sea tan así. ¿Sabes? Hay un pequeño detalle. Solo tú y el señor de los muertes pueden conceder el permiso de entrar aquí. Y bueno es claro que tú no me lo diste, así que estoy aquí porque así lo quiso el mismísimo dios de la muerte.

Sabía que esa protección solo podía ser transgredida si uno de nosotros lo permitía. Pero también era cierto que Nahek estaba lejos y de alguna forma podría perder efectividad. No sabía en qué estado estaba él, pero esa protección dependía de ambos, quizá si uno de nosotros no estaba bien, la protección podría fallar. Al menos eso es lo que quería pensar, una posibilidad.

—Eso no importa, soy la reinante y no deseo que estés aquí.

—Verás, de eso se trata esto. Este ahora es mi reino. El señor de los muertos me pidió ser la reinante de este lugar. Y el trato fue cerrado con un beso. Por cierto besa demasiado bien para representar a la misma muerte. Pero que puedo decirte, si seguro tú sabes muy bien lo rico que es ser besada por él.

Así Muere Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora