El despertar de un rey

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Abrí los ojos momentáneamente, mi cuerpo estaba adolorido. Había sido real, era real aquella platica que había tenido con la mujer del destino. Había estado fuera de mi infierno, fuera de mi mente y a la vez con tanta claridad.

Había una sola razón por la que tenía miedo, una idea que me aterraba de tan solo pensarla, aunque no lo había admitido, había pensado que una vez que Adara fuera mi esposa por completo ese peligro había desaparecido, pero ahora era más real que nunca. 

Tenía miedo de perderla por dos razones, no soportaba la idea que mi intromisión en su vida pudiera llevarla al final de su vida mortal, al final yo la había traído a este caos. La había obligado a rebasar sus límites para tratar de salvar el poco orden que quedaba. Pero por otra parte tenía temor a lo que era capaz si la perdía. 

—Creo que ahora puede entender cuándo huiste Adara.

Dije para mí mismo, ahora entendía mejor a Adara. 

La dama del destino tenía razón en muchas cosas, tal vez era lo que necesitaba. Todo este tiempo pensaba que me odiaba, que ella quería separarme de Adara, pero también en el pasado ella había salvado mi vida.

Esta vez fui a lo profundo de mi oscuridad. Debía enfrentarla para salir de ese estado, Adara me necesitaba.

Cerré los ojos y me dejé llevar, mi pecho dolía, mi corazón, ese corazón humano latía rápidamente. 

Miedo, ese sentir tan humano desconocido para muchos dioses se estaba apoderando de mí. Estar solo en esa oscuridad era de mis más grandes miedos, no me gustaba la soledad, había aprendido a lidiar con el rechazo de la gente pero estar solo por completo era una idea que podía hacer la respiración de mi cuerpo humano se volviera irregular.

Era mi decisión sumirme en esa oscuridad, fui yo quien corrió en mi mente a ese abismo y profundo que había estado admirando desde que había entrado en este estado. 

Corrí a ese profundo abismo y me dejé caer, en medio de la caída ví muchos recuerdos, sobre todo asesinatos, muchas vidas había tomado como guerrero. Vi la forma en la que me había entrometido en la vida de quién en ese entonces era Ángela, y el recuerdo del que aunque no lo iba a admitir y no podía decir que me arrepentía del todo, haber acelerado la muerte del primer amor de ella. Tampoco podía perdonarme lo que ella sufrió, era como si estuviera muerta en vida.

Mis manos estaban manchadas de sangre cuando llegué al fondo de ese oscura profundidad, parecía un túnel interminable. 

Pero no estaba solo, había alguien más conmigo. A su espalda cargaba con algo pesado, podía ver el bulto que se movía entre las sombras, aun en medio de esa oscuridad parecía haber algo más oscuro que eso, algo más parecido a la muerte, al concepto que muchos tenían de la muerte.

—¡Sal de ahí! ¡Ten el valor de mostrarte! 

—¿Yo valor? ¿Más bien eres tú quién no ha tenido el valor de verme, de enfrentarme.

Era mi voz, aquel ser tenía una voz muy parecida a la mía, solo que en un tono mucho más oscuro, mucho más rasposa, mas profunda, podía escuchar la rabia, la ira y el dolor, odio que ese ser seguro sentía.

Di un paso hacia a él y era una versión de mí tan oscura, había unas enormes alas negras pesadas a su espalda, chorreaban sangre, usaba el traje negro que asemejaba piel de serpiente, pero estaba lleno de sangre, y algo oscuro, algo denso y oscuro chorreando por el. Mientras que su rostro estaba totalmente convertido en el rostro que alguna vez había visto en mí, que tenía miedo que Adara viera. Sus ojos eran totalmente oscuros.

Era por completo la oscuridad que habitaba en mí, es parte que había evitado enfrentar.

—No te temo, no temo más lo que eres.

Así Muere Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora