Mi papel en el juego

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Adara entrenaba con Citlalli mientras la observaba y ponía atención a lo que ocurría alrededor. Tal vez no podía hacer mucho como humano para protegerla, pero sin duda daría la vida por ella.

Sonreí pues quizá amarla era mi sentencia de muerte, que tarde o temprano me llegaría. Podría ser que no fuera Nahek directamente quien me sentenciara, pero era el dios de la muerte, la muerte era su aliada y quién cobraría mi arrogancia quizá por amar a una diosa.

Debía alejarme era lo más sensato, pero tampoco podía dejar así. Adara se volvería loca si la única persona que puede acercarse a ella simplemente desapareciera. Y eso hacía que quisiera... Quería salvarla desesperadamente. Ante todos era altiva, fría y distante. Pero sabía que en el fondo solo quería ser protegida, sabía qué se sentía sola. Llevaba mucho peso encima, y aun así era la mujer más fuerte que conocía. Admiraba a Isa, pero Adara era muy diferente. Lo que sentía por ella no podía apagarse, no podía olvidarlo. 

La espada de Adara retumbaba contra el escudo de Citlalli. Adara tenía una mirada oscura, era como si todo el dolor lo desquitara en cada golpe que acertaba contra Citlalli. Citlalli era muy hábil su experiencia le permitía adelantarse a los movimientos de Adara, pero incluso Citlalli podía intuir que pronto tal vez Citlalli no sería rival digna de Adara. 

Lo increíble era lo controlada que Adara podía estar a la vez, pues no era nada comparado con la chica asustada que había ido a buscar a aquel cenote. Ni siquiera Xilonen podía estar tan cerca tanto tiempo, y ahora podía entrenar horas con Citlalli.

Adara se estaba convirtiendo poco a poco en una guerrera admirable bajo la tutela de Citlalli. Había estado aprendiendo con ella de diplomacia, y de edificaciones. Adara iba poco a poco aprendiendo lo que una reina necesitaba. Adara tenía interés en aprender y por eso le había pedido desde hace semanas a Citlalli que le enseñara.

Estaba caminando por los alrededores cuando me pareció ver a alguien, al acercarme me di cuenta que era uno de los guerreros. Me acerqué a preguntar qué era lo que necesitaba.

—Se requiere la presencia de Citlalli y de nuestra reinante.

—¿Acaso pasó algo?

—No estoy enterado, ni tampoco puedo decir lo que ha pasado. Solo creo que deberían venir. Tal vez sería mejor si viene primero Citlalli y ella habla después con nuestra reinante.

—¿Es grave?

—Dile a Citlalli qué Xilonen y Adam deben verla.

—¿Y Nahek?

Su mirada se volvió sombría. No dijo más y desapareció. ¿Acaso algo le había pasado a Nahek?

Esperé a que el entrenamiento entre ambas acabara. Sabía que Adara tenía el hábito de irse después a nadar y después se daba un baño. Al principio Adara tenía miedo de convertir todo en oscuridad pero no fue así, cuando tuvo más confianza en ella misma entró al agua vió que su oscuridad no devoraba más lo que la rodeaba.

Iba a aprovechar ese momento para hablar con Citlalli.

Caminé lentamente, alerta sobre cualquier cosa, sobre cualquier ruido. Adara caminaba hacia el lago.

Fue entonces que me acerqué a Citlalli y le hice una seña para que entráramos a la cabaña. Citlalli me miró con curiosidad.

—Algo pasa. Vino un guerrero, seguro lo envió Adam. Te necesitan y a Adara, aunque dijo que sería mejor si vas tú y después hablas con ella. Adam y Xilonen te necesitan pero...

—¿No mencionaron a Nahek?

—No, creo que es relacionado con él.

—Creo que entonces si sería mejor que vaya antes y yo misma hable con Adara después.

Así Muere Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora