Ira y odio

3.3K 512 121
                                    

Para esta parte... Hay algo que quiero contarles primero para todos aquellos que no saben mucho de la historia o de la leyenda de los señores del Mictlán, se supone que su relación es demasiado intensa, demasiado profunda, que tienen muchos desencuentros, a veces es una pelea constante,  algunos lo interpretan como una relación que siempre está en paz. ¿Qué podíamos esperar de los dos señores de la  muerte?


Estaba nervioso, sabía que ella vendría a buscarlo. Sabía que muy en el fondo lo había mandado a encerrar para que ella viniera a mí. Quería atraerla a mí a toda costa, pero a la vez no había tenido el coraje y el valor de ir por ella, de ir tres ella, así que hice que ella viniera a mi lado. No estaba jugando limpio, pero los celos, la rabia estaban nublando mi juicio.

Las palabras de aquel humano resonaban en mi mente. Era verdad todo lo que me había dicho, al menos un día pude haber ido en su busca, o quizá ahora mismo podría ir a atraerla.

Estaba pensando en eso, en salir a buscarla y traerla a casa, quizá no era demasiado tarde. Había actuado impulsivamente.

Sin embargo un ruido estrepitoso me hizo voltear hacia la salida. Salí a ver qué sucedía y ahí estaba en la parte superior del templo no estaba más que la misma dama de la muerte.

Adara estaba ahí estaba diferente, podía sentir su enojo y su rabia. Mientras yo temblaba de nervios o quizá por la incertidumbre, había cometido error tras error, y tenía la sensación que estaba a punto de pagar todos de una buena vez. Había desatado la furia de mi dama.

Ella estaba diferente, no quedaba casi nada de la chica dulce y tierna que había conocido. Vestía un traje de guerrera, parecía estar hecho del mismo material que el mío. Detrás de ella estaban Xilonen y Citlali. Ambas se veían imponentes, Citlalli seguro había hablado con ella, aunque parecía no haber logrado nada.

Adara estaba en el templo donde nos habíamos casado. Creo que sería la expresión más humana, aunque al parecer esa unión estaba difusa ahora. Al menos para Adara no era clara. LA miré en un instante. Ella habló fuerte, tanto que todo el mundo escuchó y salió a ver, incluso Adam salió a ver qué ocurría.

—Querías a la reina. Querías enfrentarme, pues aquí estoy Nahek. He venido a ocupar mi lugar como reinante del Mictlán.

Dijo a la vez que una corona bella sin brillo, coló mate oscura aparecía en su cabeza. Ella realmente estaba diferente, pero tampoco era oscuridad por completo. 

En un segundo se apareció cerca de mí. Sentirla tan cerca era demasiado agobiante, quería abrazarla, me sentía completo de nuevo. Pero su mirada fría hacía que midiera mis movimientos. No sabía que esperar, creo que la había hecho enojar, había sido un egoísta, actuado por impulso sin pensar en la oscuridad que ella llevaba dentro.

Me recriminé por ser tan estúpido, aunque a la vez no podía parar de pensar en que ella estaba tranquila al lado de aquel humano.

—Me querías de vuelta, solo tenías que ir por mí. Sin embargo he venido porque te llevaste algo que es importante para mí.

Aquello que dijo me dejó helado, sus palabras me dolieron. Ella era diferente, sus ojos ahora eran cafés como cuando había nacido. Su cabello era oscuro y más largo, la corona negra se fundía con el.

Llevaba un traje ajustado de un material muy parecido, sino es que igual que el que yo portaba desde que había ocupado mi lugar en el trono. Era imponente su mirada altivada seguridad que ahora ella poseía. Y también la frialdad con la que me hablaba. Era toda una reina, una emperatriz.

Aunque era diferente, pude ver por un momento el mismo destello en sus ojos. Adara era la misma aunque no por completo. Aunque en verdad estaba más bella, había algo peligrosamente atractivo en ella.

Así Muere Un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora