Diez

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Sus piernas no dejaban de moverse ni sus manos de temblar. Se sentía ansioso, molesto y sumamente incómodo, pero a nadie parecía importarle aún cuando el tema del día era él y el riesgo que corría.

Sin querer seguir presenciando dicho circo, KyungSoo se puso de pie y salió de la sala de juntas ignorando el ceño fruncido de su mamá y Kris, quienes se habían mostrado más que encantados de armar su propio acto con el fin de apoyar a JongIn y volver a ver al número Doce jugar.

El menor tenía buenas intensiones, quería proteger al pelinegro de su pasado y abrirle camino para que regresara al campo de juego a cumplir el sueño de su vida; además de armar todo un plan de protección y apoyo a estudiantes de todo el país que sufrían de Bullying.

Era algo realmente admirable.

Pero el antiguo Mariscal no quería ser parte de eso. No soportaba las miradas de lástima que le dedicaban o las palabras de aliento innecesarias que solo lo hacían sentir más patético de lo que ya era.

Sí, había sido una víctima.

Sí, dejó de jugar buscando proteger su vida.

Pero no, eso no significaba que su futuro estuviera arruinado, ni que necesitara protección 24/7 o que no pudiera defenderse si alguien volvía a atacarlo.

Él no era débil.

Pero todos a su alrededor continuaban tratándolo como tal.

Maldita la hora en que le confió su secreto a Kim "chismoso" JongIn.

—Ufff, parece que fueras a derretir la escuela con tus ojos —mencionó un castaño de piel ligeramente morena, ojos pequeños, pómulos marcados y sonrisa burlona, casi como la de un gato, que se encontraba apoyado contra los casilleros.

KyungSoo volteó hacia él y lo fulminó con la mirada.

—¡Ay! ¡Ay! ¡Quema! ¡Me derrito! —Dramatizó mientras rodaba hasta el suelo.

—Ya basta, Chen, vas a hacerlo enojar —lo reprendió BaekHyun antes de voltear hacia el pelinegro y sonreírle con ligereza—. ¿Chicle? —Ofreció.

El antiguo Mariscal negó y les dio la espalda para abrir su propio casillero, concentrándose en sacar los libros que debía revisar para su clase de Física.

—¿Todo bien? —Preguntó el rubio acercándose con confianza. El número Doce gruñó.

—Cuidado, Baek; parece que el perro muerde —habló el castaño enfureciendo más al apodado D.O., quien no tardó en soltar sus libros, tomar al desconocido por el cuello y estamparlo contra la pared.

—No me provoques —le advirtió alzando su puño en dirección a aquella sonrisa gatuna.

—¡KyungSoo! —Oyó gritar a su madre y volteó la mirada rápidamente para encontrarse con media escuela observándolo asustada.

El castaño le guiñó y apartó el puño contrario antes de retroceder y fingir dolencias mientras se dejaba caer en brazos de BaekHyun.

—¿Qué rayos estabas haciendo? —Exclamó Kris mirándolo furioso.

—Defendiéndome de un agresor —respondió burlón, haciendo eco de todos los consejos y enseñanzas que habían estado discutiendo en la sala de juntas.

—No es gracioso, jovencito; estás castigado —dijo Tiffany con el ceño fruncido—. Vamos a casa ahora mismo.

—No —declaró el pelinegro esquivando el agarre de la mayor.

—KyungSoo... —advirtió dando una ligera mirada al público que se había reunido a observarlos.

El pelinegro se agachó a recoger los libros que había dejado caer y sonrió de lado.

Jugada perfecta || KaiSoo Fest 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora