Nueve

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Recorrió toda la biblioteca en caso el pelinegro hubiera decidido ubicarse en un sitio distinto al que solía ocupar; los pasillos por si se encontraba recogiendo libros de su casillero; e incluso en el baño por si necesitaba ver al río correr.

Sin embargo, no encontró a KyungSoo por ningún lado.

La furia inicial de JongIn había comenzado a bajar a cada paso que daba para ser remplazada ahora por preocupación. ¿Dónde se había metido el mayor? ¿Acaso había ido ya a casa?

Un recuerdo lo golpeó como una inesperada gota de lluvia que se adelanta a sus hermanas segundos antes de la tormenta, y el moreno supo exactamente dónde encontraría al más bajo. Corrió a toda velocidad hasta las aulas de los clubes deportivos, y sonrió automáticamente al reconocer la espalda ancha del número Doce aporreando con furia el saco de arena. Excepto que en vez de guantes o vendas, las manos de KyungSoo estaban atacando a carne viva, provocando cortes y moretones en sus nudillos por la fuerza imprimida.

—¡Hyung! —Exclamó el más alto ingresando al espacio y tomando las manos del pálido entre las suyas para revisarlas.— Oh Dios; hay que curarlas... Iré por el botiq-

El pelinegro se apartó del moreno de un tirón y regresó su concentración a la superficie de cuero, la cual terminaría manchada de sangre si no lograba detenerlo.

—Hyung...

—Vete, JongIn —espetó D.O. entre dientes, viéndose más letal que nunca.

—¿Por qué estás así? —Preguntó el pelirrosa suavemente, pero el antiguo Mariscal no parecía dispuesto a contestar.— KyungSoo...

—¡NO PUEDO JUGAR! —Gritó el más bajo casi rasgando sus cuerdas vocales.

Sus ojos se veían mucho más grandes de lo normal, enloquecidos, pero con un tinte de dolor que estremeció al número Ochenta y ocho.

—No es que no quiera, o me haga el interesante que disfruta viendo a todos rogarle porque vuelva; ¡no soy tan egocéntrico! —Exclamó el mayor—. No puedo. ¡NO PUEDO!

Lanzó otra serie de golpes entre gritos y gruñidos que asustaron al apodado Kai, quien se limitó a permanecer a su lado, esperando paciente a que el número Doce volviera a hablar. Excepto que los golpes no parecían detenerse, como si su meta fuera acabar con toda la piel que rodeaba su ya expuesta carne.

—Para ya, ¡detente! —pidió el más alto tomando a su antiguo rival por la cintura y ejerciendo toda su fuerza para apartarlo de la bolsa de arena y sentarlo cerca del ring—. Habla conmigo, ¿qué sucede?

—¡Soy un maldito bastardo, una sucia basura; eso es lo que sucede! —Respondió KyungSoo aún peleando con el más alto para intentar zafarse de su agarre.

—Hyung, para; por favor.... Hyung, ¡BASTA! —Exclamó JongIn comenzando a temblar por la tensión en cada uno de sus músculos, sosteniendo las manos del pelinegro con tanta fuerza que pudo haberlas roto si el forcejeo continuaba.

—No lo entiendes —susurró el más bajo viéndose derrotado, con el cuerpo lánguido recostado contra la columna lateral del ring y los ojos perdidos en el vacío, como si nada frente a él estuviera realmente ahí.

—Entonces, ayúdame a entender —pidió el más alto soltando al antiguo Mariscal y sentándose en el piso frente a él.

El número Doce respiró profundamente y cerró los ojos, queriendo evitar que el llanto que llevaba estrujando su pecho desde el día de su ataque saliera y terminara por asustar al menor.

—No tienes idea lo mucho que agradezco que me contaran sus historias —dijo abriendo sus ojos lentamente—; sobre todo tú, moreno... Tu historia...

Jugada perfecta || KaiSoo Fest 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora