Dos

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Habían pasado dos semanas desde el primer día de clases, y KyungSoo continuaba sintiéndose incómodo. No se trataba solo de las miradas curiosas de los profesores, los nada sutiles murmullos a su espalda, o los vigilantes ojos que parecían perseguirlo por cada uno de los pasillos como si estuviera a punto de prenderle fuego a la escuela.

Estaba acostumbrado a esa clase de extraña atención.

Lo que le fastidiaba realmente era lo lejos que estaba de casa y lo ajeno que se sentía al nuevo ambiente; como si fuera una mancha negra al centro de un cuadro gloriosamente colorido. Una racional calma irrumpiendo en una sublime expresión del romanticismo. Un chicle viejo y deforme pegado al largo cabello de una mujer recién salida del salón de belleza.

—¿Quieres dejar de exagerar? Tampoco eres tan deforme —dijo la pálida mujer rodando los ojos ante las analogías del menor.

—Solo intento probar un punto —explicó KyungSoo tomando los platos que habían usado para el desayuno y llevándolos hacia el lavadero.

—Pues si tu punto es que quieres cambiar de escuela, es mejor que desistas —indicó la mayor pasando el cepillo por su larga cabellera negra.

—Pero mamá...

—¿Acaso quieres volver a Inchon? —Espetó Tiffany con furia y temor contenidos en su mirar. El muchacho suspiró quedamente y negó.— Entonces deja ya el tema; te quedas en Elyxion y punto.

KyungSoo bajó la mirada y asintió sabiendo que no lograría vencer a su madre; la firmeza de Tiffany Young en sus decisiones y creencias la convertían en un contrincante de por sí dificultoso y completamente letal cuando se enojaba. Si no fuera porque él había demostrado esas mismas características en el deporte, hubiera creído que era adoptado.

—Vas a estar bien, cielo —dijo la mayor cariñosamente, cambiando su expresión antes amarga por una dulce y tranquila—. Te quiero. Te veo en la cena.

Dejó un beso en la frente de su hijo y salió en dirección a su trabajo, dejando al desanimado pelinegro aún lavando los platos mientras esperaba que fuera hora para ir a la escuela.




|🐧·🏈·🐻|




Apenas estacionó en una plaza vacía justo frente a la entrada del edificio principal, el pelinegro se colocó los auriculares reproduciendo su lista de canciones favoritas, guardó sus lentes de montura gruesa en la mochila y bajó de su auto, agradeciendo tener una fuerte miopía que le ayudara a ignorar las miradas o expresiones que le dedicaban los estudiantes.

Su mañana fue igual de monótona que de costumbre, yendo a clase, prestando atención, entregando trabajos; lo único remotamente interesante fue la sopa de algas que prepararon en el comedor en honor a uno de los cocineros, quien cumplía años.

Tras terminar su última clase del día, KyungSoo sacó algunos cuadernos de su casillero y se dirigió a la biblioteca de la escuela, sentándose en una mesa apartada, escondida entre los libros de historia sobre la dinastía Joseon, pero perfectamente iluminada gracias a la ventana perpendicular desde donde se podía observar la intersección de caminos entre cada uno de los edificios y atracciones del campus. Era el lugar perfecto.

Se encontraba descansando la vista después de haber sacado varios resúmenes de los libros que decidió citar, preparándose para comenzar el ensayo que pidieron en clase de literatura, cuando un golpe seco llamó su atención.

Jugada perfecta || KaiSoo Fest 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora